Pese a que la literatura y los teóricos de la conspiración han llevado el asunto hasta límites que rozan la ciencia ficción, no por ello pensemos que no existen y se emplean las estrategias de control mental, incluso en el ámbito cotidiano. Desde las sectas hasta pensamientos políticos extremos, o fanatismos religiosos, la manipulación llevada hasta sus últimas consecuencias ocurre; en algunas ocasiones, incluso, en nuestro entorno.

Describirlas y analizarlas es uno de los mejores sistemas preventivos para evitar caer en su trampa. Y para ello, digamos, en primer lugar, que todo intento de control mental se basa en dos premisas. La primera consiste en generar un problema en la mente de la persona. La segunda, se caracteriza por ofrecer la expectativa de una solución.

Los problemas más frecuentes que se plantean en estos casos son la culpabilidad (la idea del pecador), el advenimiento de una catástrofe (sectas del fin del mundo), una amenaza terrible (interpretación sesgada de un acto terrorista, por ejemplo), o un afán por minar nuestra autoestima (sujetos que nos convencen amablemente de que somos unos fracasados).

Las soluciones que nos ofrecen a esos problemas nunca llegan a concretarse. Si lo hicieran, se terminaría el «hechizo», y con ello, el «hipnotista», por así llamarlo, dejaría de ganar su beneficio. Porque obviamente, siempre existe un beneficio. Además, el líder, no tiene realmente la capacidad para solucionar el problema. Pero sí puede hacernos creer lo contrario. Entre esas soluciones pueden emplearse tanto la promesa de una paz definitiva en el territorio, como el perdón de nuestros pecados, es decir, la redención. También pueden ofrecernos el éxito, llegar a ser unos verdaderos triunfadores.

Además, si nos fijamos bien, observaremos que todo acto de manipulación trata de aislarnos del entorno y ponernos en su contra. Desvalorar a todo aquel que pueda ofrecernos opiniones alternativas.

Un ejemplo evidente es el del líder que afirma que se acabará el mundo en breve. Y que los que le sigan y acepten su doctrina, serán salvados. Vemos que problema y expectativa de solución quedan perfectamente definidos.

En otro ejemplo, alguien nos convence de que estamos fracasando vitalmente, que nos merecemos mucho más, y que él conoce el modo de lograrlo. Problema y potencial solución, una vez más.

¿Cómo protegernos de este tipo de manipulaciones? Entendiendo que no existen culpables. El hechizado sentía ya, antes de conocer al "hipnotista" una carencia, de cualquier tipo. Quizá todos la sentimos. Conozcamos pues bien esa carencia, y busquemos métodos más lentos y costosos, sí, pero también más eficaces, de solventarla.