Qué difícil se me hace ser mujer en este país! En esta permanente subasta electoral en la que nos encontramos y a menos de dos meses de las elecciones, José Antonio Monago se ha descolgado con una «paga» para mujeres mayores de 75 años. No sean malpensados y no vean interés donde no lo hay, el bondadoso motivo es compensar a unas mujeres que vivieron sin igualdad. José Antonio Monago y su partido sólo se han acordado ahora de la igualdad entre hombres y mujeres. Pero sin duda, la propuesta estrella que nos ha sorprendido esta semana, ha sido la del partido Ciudadanos que, en su empeño por llenar tuits y titulares, ha propuesto legalizar la prostitución y con el dinero que revierta en la economía, invertirlo en mejorar nuestra Sanidad y nuestra I+D+I, ambas empobrecidas y tan necesarias para nuestro estado del bienestar. Miren, todavía no me he repuesto, lo confieso. No me quiero centrar tanto en el contenido de la medida -legalizar o no la prostitución- como en la forma, y valorar la frivolidad y la ligereza con la que se ha presentado la iniciativa -con qué argumentos, y con qué objetivo-. Soy de las que piensa que el debate sobre la prostitución es necesario pero ahora no toca. Nos encontramos ante dos importantes citas electorales, en medio de un futuro escenario político incierto, y un debate de tal complejidad, con tantas aristas y con consecuencias debería hacerse en un momento de estabilidad política y no ahora, cuando los partidos emiten sus propuestas pensando más en el rédito electoral que en el beneficio real de las mismas.

Pero es que la credibilidad se demuestra con política y no con titulares. Para que las propuestas sean creíbles, hay que demostrar una verdadera preocupación por los colectivos a los que ahora se pretende defender y proteger. Me temo que ni el PP ni Ciudadanos han demostrado tal interés. Ambos, en mayor o menor medida, han frivolizado con la Violencia de Género, aludiendo a la (mínima) existencia de denuncias falsas, han intentado equiparar la VG con una forma más de violencia en el ámbito doméstico? Ambos están en contra de considerar la Interrupción Voluntaria del Embarazo como un derecho irrenunciable que deben tener las mujeres para ejercer su ciudadanía libremente, sin estar oprimidas por el sexo al que pertenecen. Como he repetido en un sinfín de ocasiones, la libertad de interrumpir tu embarazo no supone imposición alguna para que cualquier mujer sea madre cuando lo estime oportuno, sin ningún tipo de coacción. Por tanto, me temo que la propuesta de Ciudadanos no esconde preocupación alguna por favorecer a las mujeres -la prostitución femenina es mucho mayor que la masculina- que, por una u otra razón, se ven abocadas a vender su cuerpo. Al contrario, la única pretensión es que, ya que la actividad representa una cantidad importante de dinero que mueve la economía sumergida, legalicémosla e invirtamos su rédito en la Sanidad y en la Investigación. Este argumento, exclusivamente económico, me ha producido escalofríos, porque puestos ya, legalicemos el trabajo infantil, como es imposible erradicarlo, pues cuanto antes empiecen a trabajar, algo de jubilación tendrán. Legalicemos los vientres de alquiler, el comercio de órganos, por dinero lo que haga falta, siempre habrá un o una pobre necesitada, dispuesta a cualquier cosa para subsistir ella y su familia. Si todo se legaliza, se contribuirá a erradicar las mafias, ¡Ja! Y ya de paso, que todos facturen para Hacienda que, como Hacienda somos todos, de todo hay que sacar tajada.

Pero lo peor, es que esta misma semana, este país se debatía entre quienes piensan que el aborto «no» es un derecho -negándose a votar la modificación del PP que requiere autorización paterna para las menores que quieran abortar, porque lo que quieren es prohibirlo- y quienes, sin titubear, defienden el derecho a prostituirse. Así es, Señores y Señoras, la mujer no es considerada como una persona, sino exclusivamente como un ser sexuado y por tanto, obligada a desempeñar las dos funciones prioritarias que su sexo le otorga; ha sido concebida para ser madre y para el placer sexual. En este círculo vicioso, nunca mejor dicho, se mueve nuestro cuerpo y nuestra función social desde hace siglos. Al margen del debate sobre si legalizar o no la prostitución y en qué condiciones, déjenme que les diga que lo que se ha vivido esta semana en este país, es una absoluta falta de respeto a las mujeres, a todas, sea cual sea la profesión que ejerzan y lo que piensen sobre el tema. Las mujeres no somos cuerpos exclusivamente sexuados. Las mujeres no somos mercancía electoral ni somos un negocio sexual. Me niego a que determinadas personas quieran legislar esas dos funciones básicas que la cultura patriarcal nos ha asignado de forma exclusiva y que quieran configurar una sociedad en la que las mujeres sean legal e irremisiblemente madres o prostitutas. Nuestra dignidad se merece algo más de respeto.