En el ruido electoral que nos viene acompañando durante estos meses, se hace necesario recordar que el pasado sábado, 21 de marzo, se celebró el Día mundial de la poesía. Debemos reconocer la importancia de este tipo de efeméride cuando comprobamos, día tras día, el arrinconamiento que la cultura, en general, y la poesía, en particular, sufre en los medios de comunicación y en las prioridades de una sociedad como la actual. Remitámonos a ejemplos cercanos. La semana pasada, además de la convocatoria electoral andaluza, el clásico del Camp Nou copaba las preocupaciones de gran parte de nuestra sociedad. La voracidad de estos eventos es tal, que cualquier otro suceso simultáneo en el tiempo y en el espacio debe acomodarse a los resquicios, mínimos, que le dejan.

Lejos de los espectáculos globales del deporte o de los excesos retóricos de los políticos, en nuestra ciudad, la poesía buscó ese exiguo espacio a través de los actos que homenajeaban a la poeta ganadora del Premio de Poesía Infantil Ciudad de Orihuela, la argentina Laura Forchetti. La autora mostró, desde su llegada, su sencillez, tanto en sus palabras como en sus hechos. Elogió la satisfacción que le producía estar en la ciudad de Miguel Hernández y la alegría de que su poemario quedase unido para siempre al nombre de Orihuela. Al día siguiente, en su visita a los centros educativos, nos mostró la esencia de la poesía, concebida como un pequeño universo portátil, un lugar donde evadirse del ajetreo y el ruido que nos aturde diariamente. En ese espacio imaginario, como ocurre en su poemario Donde nace la noche, Forchetti nos invitó a detenernos en la contemplación, a saborear las sensaciones que pueden producirnos escenas tan cotidianas como mirar el cielo, las constelaciones de estrellas, el mar...y que la lectura de poesía nos ofrece como una manera de habitar el mundo, sencilla, íntima y enormemente enriquecedora.

El esfuerzo por mantener ese modo de existencia basado en la poesía ha seguido en Orihuela durante la pasada semana, en pugna con la invitación diaria a no detenernos, a no paladear lo que nos rodea, a no reflexionar. Así, la celebración del aniversario de la muerte de Miguel Hernández con los Murales de San Isidro y el fallo del Premio Internacional de Poesía de la Fundación Cultural que lleva el nombre del poeta oriolano volvieron a abrirnos las puertas de ese pequeño universo portátil. Únicamente de nosotros depende habitarlo.