A la cúpula autonómica de Podemos no le quedó otra que acordar el envío de un mediador de Valencia a Alicante porque, al poco de orbitar sobre el Sur de la Comunitat, los que vinieron a purificar el sistema ya no se aguantan.
Es curioso, las primarias los dividió en dos facciones y, a raíz de aquel ejercicio de participación, la nave de los otrora círculos entusiastas no ha hecho más que redondear un chupinazo tras otro: a la candidata derrotada la desautorizaron por acudir a un acto de Guanyem; la confección de la lista oficial a las primarias autonómicas fue tildada de nepotista; denunciaron a Ángel Luna tras osar éste formular una crítica de lo más suave a la basca regeneradora, por lo que es fácil imaginar lo que harían si pudieran con los profesionales de los medios que de verdad les dan caña, y el corolario lo han puesto los mandobles internos entre la muchachada por entender algunos enervados que los gerifaltes han pasado olímpicamente de la confluencia con Alacant en Comú, dentro de la macedonia de papeletas que unos y otros vienen preparando de cara a la cita del próximo mes. Con el propósito de enjuagar sus tomates, la dirección se ha encomendado a la responsable de Educación. Parece un acierto. Para solucionar semejante guirigay, lo primero es conocerse y, a renglón seguido, afrontar los déficits.
Mientras tanto, especialistas de diferentes ámbitos que vienen batiéndose el cobre por mejorar el espacio urbano han sido requeridos por los mismos que visten y calzan para exponer sus criterios, encontrándose con que la formación carece de todo tipo de iniciativas al respecto. Es normal. Aunque acaban de nacer y ya están matándose entre ellos, las encuestas revelan que tiempo habrá para pensar si acaso en la plebe. Apenas si son cinco gatos en Bruselas pero está claro que, con un poco de casta, basta.
