No han pasado ni 72 horas desde que acabara el Día de la Mujer. Pueden echarle un vistazo a los dramáticos sucesos que publica en este momento informacion.es. Una mujer muere en Xábia a manos de su marido. La emprendió con ella a sartenazos delante de sus hijos hasta matarla. Como si fuera una rata. Decir que un hecho semejante genera indignación es muy poco. Produce náusea y asco. En la Vega Baja, en la otra punta de la provincia, el marido que en septiembre denunció desconsolado que su esposa había desaparecido resulta ser su asesino. Él mismo ha conducido a los investigadores al lugar donde la enterró. En Sax, anoche mismo, un hombre cogió una azada y agredió gravemente a su nuera. Momentos después, el tipo se ahorcó. Alicante lidera ya las estadísticas de 2015 de malos tratos y muertes por violencia de género. Todavía se leen columnas de opinión reivindicando el 8 de marzo. No les digo que no, pero aconsejo a las organizaciones que promueven esta fecha que no se conformen con un día al año y traten de concienciar a la sociedad entera en todos los ámbitos que les sea posible, de sus puestos de trabajo a las aulas de los colegios. Porque si no es así, al final nos creemos con el derecho a impedir que las mujeres presuman en público de mostrar el canalillo o de pintarse los labios, y así no hay ochos de marzo que valgan contra este nuevo terrorismo que se practica en casa.