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Mariola Sabuco

A río revuelto

Mariola Sabuco

Seamos egoístas

Hubo un tiempo a finales de los años 70 en el que no importaba el dinero que una familia tuviera para que los hijos recibieran una buena educación. La escuela pública gozaba de tal excelencia que quienes eran ricos consideraban que llevar a sus hijos a un centro privado era tirar el dinero. Las diferencias estaban a la salida del colegio. Tú te ibas a casa andando de la mano de tu abuela y otras se iban subidas en el último modelo de Mercedes que conducía la Tata. Ahora, tener dinero es determinante porque permite ser bilingüe, acceder a una magnífica biblioteca, a laboratorios equipados y a las últimas tecnologías en las aulas. Que en el listado de los 30 mejores institutos de la Comunidad por los resultados obtenidos en las pruebas diagnósticas sólo haya dos públicos, debe obligarnos a una profunda reflexión sobre lo que se está haciendo con las generaciones futuras. El desarrollo intelectual de una persona no puede quedar a expensas de los recursos económicos de su familia. Por simple egoísmo, debería suministrarse la mejor formación pública para asegurarnos que el médico que nos atiende es el mejor, no el que más dinero tenía su padre.

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