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El enigma

El empate de anoche frente al Celta obliga a hablar de los «revulsivos». La medicina los define fríamente como agentes curativos que provocan una reacción y, por extensión figurada, también se entiende por «revulsivo» cualquier incidencia desgraciada que provoca una reacción beneficiosa. A partir de ahí, los revulsivos se han multiplicado y no existe faceta de la actividad humana que carezca de un catálogo de ellos. En el fútbol, siempre proclive a mitificar una actividad que consiste esencialmente en que 22 adultos correteen en paños menores tras una pelota, los «revulsivos» consumen buena parte de esta épica. La premisa es una crisis de resultados que degenera por semanas y amenaza con resultar incurable. El «revulsivo» frecuente en estas situaciones es el cambio de entrenador, pero como una elevada proporción de mudanzas en el banquillo suelen prolongar y no detener la agonía, los clubes lenta pero inexorablemente han terminado decantándose por un revulsivo mucho más eficaz: fichar mejores jugadores.

Tampoco garantiza la curación, pero desde luego parece más lógico sustituir a un portero o un delantero que un señor que les observa desde el banquillo. Estos son los revulsivos que cualquier mortal alcanza a entender. Sin embargo, el Elche posee un metabolismo singular y utiliza revulsivos experimentales.

Recordemos la desastrosa situación del equipo hace un par de meses, cuando la impresión colectiva era que el equipo «ya» había descendido y el milagro del año pasado se limitaba a confirmar que los pastorcillos de Fátima sólo vieron a la Virgen una vez y no todos los días. Desde entonces, el Elche ha reaccionado tan inesperada como brillantemente eludiendo posiciones de descenso y mostrando más empaque del que se le suponía.

¿Qué ha ocurrido durante estos dos meses? Bien, apenas una catarata de contratiempos que en cualquier otro lugar habría provocado una oleada de suicidios.

En primer lugar, acumulación de impagos a jugadores, empleados y proveedores que sólo pueden parchearse de cuando en cuando; en segundo lugar, incapacidad para obtener liquidez ya que como deudores gozamos de la misma calificación que Grecia; a continuación, la casual aparición de una manada de salvadores que aseguran que su devoción por el Elche es anterior al descubrimiento de la Dama, el tipo de machada que disfraza otros intereses; por último, la inhabilitación del consejo debido a ciertas piruetas contables ( supongo que todo tiene una explicación aritmética, pero ¿cómo puede gastar más de lo permitido quien no tiene dinero para fichar?). Tras este rosario de plagas, el equipo se ha transformado. Quiero decir que la coincidencia de tantas catástrofes encadenadas con la aparición de cierto alivio clasificatorio no puede ser fortuita. Siguiendo esta progresión, es seguro que conseguiríamos plaza europea si los consejeros fueran conducidos a Guantánamo y no simplemente inhabilitados. «Cuanto peor, mejor» es nuestra divisa.

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