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Isabel Vicente

Preguntas para enamorarse

¿Saben que los hombres que se hacen muchos selfies son propensos a ser psicópatas? ¿Y que los amantes del reggaeton son un 20% menos inteligentes que la media? Pues eso afirman desde la Universidad de Ohio en el caso de lo de las fotitos con el móvil y desde la Universidad Bamako (Malí) en lo de la música machacona. Reconozco que me apasionan los delirantes estudios que alguien se molesta en hacer por las universidades e institutos del mundo. ¿Cómo ser indiferente a ese informe de una científica alemana que ha llegado a la conclusión de que los hombres que miren un par de tetas al día durante 10 minutos pueden llegar a vivir hasta cinco años más? O ese otro de una universidad de Canadá que ha comprobado que es imposible que exista amistad entre hombres y mujeres debido a que a los varones se les hace complicado no sentir atracción por las féminas. O uno de la Universidad de Florida en Gainesville que ha descubierto cómo las aves perdieron el pene.... Son geniales. Esta semana leía otro fantástico: la confirmación de que si una pareja se intercambia las 36 preguntas de un cuestionario y luego se mira a los ojos durante cuatro minutos, tiene muchas posibilidades de enamorarse. Es un estudio de hace más de una década del psicólogo Arthur Aron, que se ha puesto de actualidad porque dicen que funciona por el vínculo emocional que surge cuando dos personas mantienen una charla íntima. Hasta ahí, parece lógico. Lo que no acabo de entender es porqué 36 preguntas y no 29 ó 45, ni el contenido de algunas de las cuestiones. Así, por ejemplo, hay que preguntarle al otro si se le ha pasado por la cabeza cómo va a morir, o cuándo fue la última vez que cantó para sí mismo. Otras son peliagudas, como cuál es la relación con su madre o cuál es su peor recuerdo, aunque en su mayoría van encaminadas a soltarse y no es raro imaginar que después de contarle a un desconocido lo que piensas del amor y de la amistad, tu relación con la familia, tus aspiraciones, tus gustos y tus temores delante de una taza de café con leche, acabes estableciendo un vínculo emocional o saliendo disparatado para no verte más. Yo, por si las moscas, voy a imprimirme el listado de las preguntitas y a ver qué pasa, aunque tengo que ver cómo me hago una chuleta porque, aún entendiendo el objetivo de la prueba, lo de sentarte delante de alguien para enamorarte e ir tachando preguntas como si estuvieras haciendo la compra en el súper, me parece el anticlímax, pero ¿quién sabe? Habrá que dar un voto de confianza a los científicos que dedican años a estas cosas aunque nos parezca ridículo tener que mirarse a los ojos durante cuatro minutos porque lo diga un estudio.

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