Sonia Castedo ya es mártir. A su llegada al juzgado para declarar sobre las irregularidades detectadas en el plan Rabasa, un admirador de la exalcaldesa ha sembrado su paso de pétalos de rosa, un privilegio cursi y hortera, pero privilegio a fin y al cabo, reservado a vírgenes, mártires y a los maestros del gin tonic, que se empeñan en convertir nuestra bebida favorita en una ensalada César. No parece ser Castedo ni lo primero ni lo segundo, por más que la legión de fans que se ha granjeado durante sus seis años al frente de Alicante pretendan ahora entronizarla en el reino de las deidades. Sonia Castedo ya es una diosa mortal, condenada por una parte de la sociedad y absuelta por otra que le entrega ramos de flores a las puertas del los juzgados. No es mala la jugada de la exregidora. Sabedora de que el papel prensa la ha relegado al rincón de los apestados, Castedo se parapeta en el papel couché del corazón, las cadenas de telebasura y los programas que se juegan la audiencia a partir del griterío de sus invitados, ese mundillo donde han salido absueltos tantos condenados, como los Matamoros, el exyerno de Rocío Jurado, Belén Estebán o Jimmy Giménez Arnau. Y en ello se empieza cuando un admirador incondicional siembra su paso de pétalos de rosa en la puerta del juzgado. El futuro es suyo.