«Hay corruptos políticos, empresariales y eclesiásticos, es un mal más grande que el pecado, un mal que más que perdonar hay que curar» (Papa Francisco)

Cuando leo estas palabras del Papa Francisco, me cuestiono la alarma social que vienen produciendo determinadas resoluciones de nuestros tribunales, y me vuelvo a cuestionar si hemos enterrado a Montesquieu o llevamos camino de ir a su sepelio, o camino de seguir las andanzas de Nicolás Maduro (tan alabado por algunos) que en su populismo desbocado acaba de nombrar a su antojo los llamados poderes ciudadanos (Defensor del Pueblo, Fiscalía General, Tribunal Supremo y el llamado Consejo Nacional Electoral).

Es la hora de la Justicia y así lo manifesté en estas mismas páginas ya hace mucho. Es la hora del Estado de Derecho y flaco favor le hacen determinadas resoluciones judiciales que están en la mente de todos los que leemos (hay quien no lee o solo lee lo que le conviene) y podríamos traer a colación un tema llamativo no por su trascendencia de fondo, sino de forma, y es mi pescadero el que me pregunta una y otra vez sobre el historial delictivo del señor Sánchez Gordillo - y yo no sé qué responder-, asalto a un súper, amenazas a sus trabajadores, ocupación de las vías del AVE y ­­­­de una entidad bancaria, ocupación de la Finca Las Turquillas con rotura de candados y desobediencia a las fuerzas del orden público, zanjándose esta última con una multa en una sentencia del TS, cuyo ponente ha sido el señor Conde Pumpido (el de las togas).

Pero no nos salgamos del guión, ya que el futuro pasa por renovar las formas de elección de nuestros altos tribunales (Supremo y Constitucional) y la del fiscal general del Estado, así como la razón de ser de la Audiencia Nacional, máxime en nuestros días que deberíamos tender al juez natural y dejarnos de mirar al pasado, preñado de procedimientos largos y poco operativos, donde el paciente se nos muere en la mesa de operaciones, sin medidas tanto personales como materiales. Sería tema de debate, pero en mi modesta opinión a los jueces deberían elegirlos los jueces y a los fiscales los fiscales.

Alejémonos del populismo y confiemos en el Estado de Derecho y aprovechando la venida de los magos de Oriente, pidámosles más sensatez de nuestros políticos y confianza en las instituciones -eso sí, con reformas y medios- y recordemos que el pesimismo solo sirve para sufrir y dormir mal. ¡Ah, sí!, se me olvidaba, y que nos paguen el turno de oficio.