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Javier Llopis

Opinión

Javier Llopis

La leyenda del incombustible

La inesperada llegada de Miguel Valor a la Alcaldía de Alicante supone el colofón a una de las carreras más singulares y atípicas de la reciente historia de la política provincial. Este caso insólito cobra doble valor si tenemos en cuenta que se trata de un político alcoyano; o lo que es lo mismo, de un dirigente criado en una ciudad cuyos líderes locales suelen verse bloqueados por un extraño vértigo cada vez que cruzan las fronteras de la Carrasqueta o del Puerto de Albaida. Sin embargo, no es éste el rasgo más distintivo en la biografía del futuro primer edil de la capital de la provincia; el rasgo diferencial de Valor es, sin ningún género de dudas, su capacidad para la supervivencia política, que lo ha convertido en el protagonista de un verdadero milagro de continuidad y de permanencia en cargos públicos.

Miguel Valor empezó en el primer Ayuntamiento democrático de Alcoy y es el único miembro de aquella corporación de patillas, barbas y pantalones de campana que todavía sigue en activo. La lista de personajes con los que el político alcoyano ha convivido a lo largo de los últimos 35 años es un exhaustivo quién es quién de la política provincial y autonómica. José Sanus, Antonio Fernández Valenzuela, Mira Perceval, Joan Lerma, Luis Díaz Alperi, Eduardo Zaplana, José Joaquín Ripoll, Francisco Camps y Sonia Castedo. Todos los nombres de esta relación han pasado a formar parte de la Historia (en algunos casos habría que hablar de Arqueología), mientras Valor seguía adelante engordando un currículum, que no parece tener fin. Todos pasan y él sigue; ya sea en la Diputación, en las Cortes Valencianas o en los diferentes ayuntamientos en los que ha estado presente como concejal. Todo pasan y él sigue, rompiendo los pronósticos de aquellos agoreros que en sus arranques alcoyanos le anunciaban una trayectoria corta y políticamente inconsistente.

Para recorrer el largo camino que separa la Transición de los tiempos actuales, Valor ha administrado con sabiduría y prudencia una mágica combinación de elementos. En primer lugar, hay que señalar que estamos ante un hombre que siempre se ha situado voluntariamente en un discreto segundo plano de la política, un personaje que ha sabido controlar sus ambiciones y que ha decidido caminar por la difícil senda de las equidistancias. Miguel Valor nunca ha estado en el bando ganador ni el bando derrotado de las infinitas luchas internas del PP y gracias a eso se ha salvado de unas escabechinas que ya son marca de la casa en este partido. Ninguna de estas hazañas habría sido posible sin tener en cuenta el peculiar carácter personal de nuestro protagonista; un tipo con un talante eternamente conciliador, dispuesto a desdramatizar hasta las situaciones más tensas y con el que resulta prácticamente imposible cabrearse, por muy grandes que sean las diferencias de criterio que se mantengan con él.

Si se tienen en cuenta estos antecedentes, resulta mucho más comprensible la capacidad de Miguel Valor para flotar donde otros mucho más poderosos han acabado hundiéndose estrepitosamente. Si se tienen en cuenta estos antecedentes, se llega a la conclusión de que su elección para tripular la convulsa nave del Ayuntamiento de Alicante durante los cinco meses que quedan hasta las municipales es una medida cargada de sentido común. Nadie mejor que este ex militante de la UCD para hacer el papel de hombre bueno y para garantizarle un mínimo periodo de tranquilidad a una institución que lleva varios años metida en un permanente terremoto político y siendo carnaza del Intermedio.

El acceso a la Alcaldía de Alicante supone una última gran paradoja. En los tramos finales de su incombustible carrera, Miguel Valor se ve obligado a abandonar la comodidad de las bambalinas y a ponerse en el lugar más destacado y visible del escenario. Los extraños designios de la política han colocado a este veterano en un sitio por el que la gente se da de bofetadas y que él ha evitado sistemáticamente durante toda su vida. Tal vez por eso, sus amigos dudan entre darle la enhorabuena o acompañarle en el sentimiento.

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