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Lo imposible

El año que acaba se ha cerrado con el primer acuerdo «social» de esta legislatura entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos. Me estoy refiriendo a la ayuda de trescientos y pico euros para los parados de larga duración, una medida tan restrictiva y de tan poco alcance que por esto me he atrevido a entrecomillar el término social. Muchos son los que han abrazado con alborozo este «pacto para ayudar a los más necesitados» -vuelvo a las comillas- porque el conformismo derrotista en el que nos ha puesto esta crisis económica parece habernos instalado en el menos da una piedra y ya pitamos con más bien poco. A las puertas de 2015 y en estos momentos navideños de expresión de deseos y buenas nuevas para el año próximo me gustaría pedir a todos los que tienen responsabilidades en el terreno político, económico y social un poquito más de ambición y un mucho menos de resignación para evitar que esta «recuperación económica» que se anuncia a los cuatro vientos se enquiste en lo que está siendo: una lentísima mejora para unos pocos mientras los más siguen igual o peor. El otro día, hablando con un amigo sindicalista que apunta alto en la Comunidad Valenciana y comentando sobre este asunto le pregunté: ¿Y no sería posible articular un acuerdo que establezca unos plazos razonables para ir sacando del paro a esas personas que están por encima de los 55 años y que tienen muy difícil, tal y como está el patio, encontrar un puesto de trabajo? ¿No se podría ir prejubilando a todas esas personas para que por lo menos tengan una renta mínima con la que afrontar el futuro? Me dijo que sí y que una economía como la española sería capaz de asumir, a lo mejor no de golpe, pero a medio plazo, el coste que conllevaría sacar a esos cientos de miles de ciudadanos del limbo de la nada en que se encuentran. Y desde entonces lo tengo claro, me pido lo imposible porque es posible.

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