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Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

1572: un recuerdo de Lepanto, un panadero rico y una nevada copiosa

El 7 de octubre de 1571 se produjo la célebre batalla naval de Lepanto, entre la armada del imperio otomano y la de una coalición cristiana llamada Liga Santa, que puso freno al expansionismo turco por el Mediterráneo occidental.

Según el cronista Viravens, en esta batalla participaron los alicantinos «Miguel Pascual, Jaime Pérez, Luis Berenguer y Antonio Venrell. Este último, que invocó a la Sma. Faz cuando en aquel memorable combate vio comprometida su vida, así que regresó a su patria mandó pintar en un lienzo la situación difícil en que se vio en aquella famosa refriega, cuadro que el devoto Alicantino depositó en la iglesia de Santa Verónica como testimonio de su gratitud a la sagrada Reliquia».

Nada más se sabe de este cuadro. Ni quién lo pintó ni lo que pasó con él (no se le ha vuelto a mencionar entre las obras conservadas o perdidas del camarín de la Santa Faz). En cuanto a Antonio Venrell, gracias a los registros parroquiales sabemos que se casó con Josefa Buades, con quien tuvo al menos dos hijos: Antonio y Francisco, bautizados en la iglesia de Santa María el 15 de enero de 1576 y el 14 de octubre de 1579, respectivamente.

En un artículo publicado el 23 de agosto de 2009, Ambrosio Ruiz contaba que otros dos alicantinos, Francisco Aliaga y Juan Bautista Segarra, participaron y murieron en la batalla de Lepanto, celebrándose los funerales en la iglesia de Santa María. Ambos vivían en la calle Cofraría, a la cual se le cambió el nombre poco después por el de Lepanto. «Constaba de veintiséis viviendas, doce eran de propiedad del conde de la Torre y trece del marqués de Balones, tanto el conde como el marqués tenían alquiladas sus viviendas, por una libra y media al mes... Los inquilinos eran casi en su totalidad arroberos de la Lonja. Su misión consistía en llevar aceite de la Lonja a las casas particulares y así evitaban engaños», explicaba Ruiz, sin indicar la fuente de la que obtuvo esta información, la cual me ha resultado imposible encontrar por cuanto el propio Ruiz no la recuerda.

En el registro del maravedí (tributo pagado cada siete años) de 1572, se relacionan las 27 calles y plazas donde residían vecinos del Estamento Real. Ninguna de ellas se llamaba Cofraría o Lepanto.

Los vecinos que más impuestos pagaron en este año de 1572 fueron los de las calles Mayor (134 maravedíes de oro) y Villavieja (109). En el extremo opuesto estaban los vecinos del arrabal de San Antón, que solo pagaron 13. Compuesto por unas cincuenta casas y algunos almacenes de esparto, era uno de los dos arrabales que había extramuros. El otro era el de San Francisco o de Nuestra Señora de Gracia, situado al oeste, entre los barrancos de Canicia y San Blas, compuesto por unas 300 casas, entre ellas el convento de los franciscanos levantado 62 años antes en la falda de la Montañeta. En ese año se estaba construyendo a la orilla del mar, desde 1551, la Casa del Rey, un edificio de planta cuadrada y cubierto por 15 bóvedas de arista, que serviría para almacenar la sal procedente de las salinas de La Mata, por lo que también sería conocido como Alfolí de la Sal.

También intramuros, frente a la plaza Mayor o del Mar, se estaba construyendo otro edificio, destinado a albergar la Casa del Consejo, la corte del justicia, las cárceles y las carnicerías.

El muelle alicantino solo medía 36 pasos de anchura por unos 200 de largo, por lo que únicamente podían atracar en él galeras y bajeles de escaso tonelaje. Los buques de mayor porte debían anclar en la bahía. Aun así el puerto ofrecía grandes ventajas para el comercio. Aquí los fletes y los seguros eran más baratos gracias a la relativa seguridad que había en las rutas marítimas que lo unían con los demás puertos del Mediterráneo y hasta del Atlántico. En consecuencia eran numerosas las caravanas de carros que llegaban a la ciudad procedentes del interior peninsular, cargando productos de exportación, que regresaban luego con otros de importación.

Mercaderes alicantinos y franceses controlaban buena parte del comercio portuario, si bien eran genoveses, desde finales del siglo anterior, quienes estaban dando un mayor impulso mercantil a la ciudad.

El tráfico comercial más intenso seguía siendo con Italia. Mucha de la lana de los merinos castellanos y aragoneses iba a parar a puertos italianos; y de allí venía la mayor parte de las manufacturas textiles (brocados, terciopelos, telas de oro y seda) que eran cargadas en carros para su distribución en la Corte y demás mercados del interior. Pero en los últimos años estaba habiendo un importante incremento comercial con puertos del norte de Europa (británicos, franceses, flamencos, alemanes), de donde llegaban naves cargadas con salazones, armas y artículos de lujo, y que regresaban con lana y productos de la huerta.

Porque la huerta alicantina, pese a ser de secano y carecer de cursos fluviales de importancia, proporcionaba productos que tradicionalmente habían servido para alimentar a los autóctonos y mercadear además con los foráneos: algarrobas, almendras, cebada? El olivar estaba en retroceso por culpa de la vid, pero todavía se producía suficiente aceite como para exportarlo. El trigo por el contrario siempre había sido deficitario, por lo que debía ser importado, principalmente de Castilla e Italia.

El trigo era fundamental para alimentar a los cerca de 9.000 habitantes que vivían en las 2.000 casas de la ciudad (48 clérigos, 87 caballeros, 1.417 contribuyentes). Era un buen negocio. Lo prueba el hecho de que el panadero Jaime Pau había comprado en febrero de ese año varias casas de la calle Mayor que anteriormente habían sido de Jaime Esquerdo, el cual se las había comprado a Pedro Mingot, quien a su vez se las había comprado a Ginés Arcayna.

Para controlar el abasto de trigo, el Consejo había nombrado a un administrador. Era un cargo importante, aunque situado en los últimos peldaños de la jerarquía municipal.

Desde el reinado de Juan II de Aragón (1459), el gobierno municipal era elegido por insaculación (el nombre de la persona que iba a ocupar un cargo era extraído de un saco, en el que previamente se habían introducido todos los de aquellos que pertenecían a determinado estamento social).

El justicia era el máximo dignatario municipal. Presidía el Consejo y tenía funciones de juez. Como las condiciones para ser elegido cada año eran muy restrictivas, desde hacía tiempo el cargo lo ocupaba un miembro de la oligarquía local. El de ese año pertenecía a la familia Pasqual.

Los cuatro jurados también eran elegidos anualmente. Formaban el órgano decisorio del municipio. Fijaban los precios y salarios, controlaban los fondos públicos y concedían licencias.

El escribano de sala controlaba la burocracia y el respeto a las ordenanzas. Era un cargo vitalicio y de designación real.

El racional era elegido por el virrey cada tres años y nombrado por el rey. A la sazón este cargo lo ocupaba el caballero Juan Fernández de Mesa. Era el máximo responsable de la hacienda local, quien controlaba todos los asuntos financieros. Estaba asistido por un contador y un abogado de la ciudad que hacía las funciones de asesor.

El clavario elegido aquel año fue Pedro Morales. Era el depositario de todos los fondos de la ciudad y rendía cuentas ante el racional.

Los cuarenta consejeros fueron elegidos entre los caballeros y ciudadanos.

El almotacén (elegido también anualmente entre los caballeros y ciudadanos) vigilaba, auxiliado por un lugarteniente, la limpieza y alumbrado de las calles, y controlaba la calidad y los precios de los alimentos, evitando su acaparamiento.

La administración del agua de riego estaba a cargo de un acequiero mayor, elegido igualmente cada año, quien podía nombrar a dos ayudantes.

El capitán de artillería y, a sus órdenes, el condestable, se encargaban de que los artilleros tuviesen siempre prestas las piezas que defendían la ciudad y con munición suficiente.

En este año de 1572 se celebraron 53 matrimonios y fueron bautizados 142 nuevos alicantinos.

El antepenúltimo día nevó hasta formar una capa nívea de poco más de un palmo de espesor.

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