Hace unos meses expresé en esta misma página una opinión aventurando la posibilidad de un acuerdo postelectoral entre el PP y el PSOE que titulaba «Pacto a la alemana», en referencia al acuerdo al que en aquel país llegaron conservadores y socialistas y que dio un apoyo estable a la cancillera Angela Merkel. Me llovió de todo y coseché unos cuántos artículos de dirigentes de una y otra fuerza recriminándome la osadía. Conforme se acercan las dos citas con las urnas que tendremos el año próximo, primero autonómicas y municipales y luego generales, ese alocado planteamiento va tomando cuerpo y hasta el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dejó entrever en su triunfalista balance del año del pasado viernes que, si se ve humo, lo normal es que haya fuego al referirse a la garantía de estabilidad que dan los dos partidos mayoritarios al país tanto en el terreno político como en el económico. Sé que ni unos ni otros van a presentarse a la batalla electoral diciendo que tras los comicios, si la cosa no está clara, sumarán fuerzas para cerrar el paso a otras alternativas pero es evidente que de puertas para adentro el impedir que Podemos, aliado con otras formaciones de izquierdas, tome el control de las instituciones está sobre el tapete y que desde importantes sectores económicos, tanto de aquí como de fuera de nuestras fronteras, se empuja para que se limen las diferencias, y la distancia que ahora separa a Pedro Sánchez de Rajoy o a Alberto Fabra de Ximo Puig no sea insalvable llegado el caso. Esa es la realidad por mucho que quieran vestir a la mona de seda y que a algunos no les interese enseñar sus cartas porque la partida está sin acabar. Pero ese es su trabajo, el nuestro contarles lo que se cuece bajo manta para que tengan todas las claves del juego... aunque nos vuelvan a caer chuzos de punta.
