Es momento de hacer balance y, como todos los años, escuchamos la víspera de Navidad el que hace el Jefe del Estado. Esta vez un renovado monarca, con nuevos bríos, ha desgranado los problemas que acucian a la sociedad española, con algunos «olvidos» importantes, como es la alusión específica a la situación procesal de su hermana, pero con una cercana sensibilidad hacia la ciudadanía. Si no fuera porque el símbolo de unidad y permanencia de España no es más que eso, un símbolo, concluiría que me gustó su alocución. La intensa denuncia de la corrupción y del aprovechamiento de los cargos públicos para intereses particulares, unido a la invocación a la esperanza sin esconder la vigencia de la crisis fueron, junto a la alusión a la convivencia de los territorios, el resumen de un discurso que aportaba, a mi modo de ver, una novedad importante, que era la apuesta por la regeneración.

Si algo ha traído consigo 2014, en efecto, ha sido el comienzo del proceso de regeneración en distintos ámbitos e instituciones. Felipe VI bien podía afirmarla la pasada noche, pues ha sido el protagonista del cambio del sitial en la institución más vetusta de nuestra arquitectura estatal. Si bien, la apuesta por la regeneración no deja en buen lugar al presidente del gobierno, que pertenece a una generación que lleva más de treinta años ocupando responsabilidades políticas. Rajoy es el único que no se ha dado por aludido de la necesidad aclamada por la ciudadanía de que el espacio político esté ocupado por nuevas personas que traigan la esperanza de que hay otra manera de hacer las cosas, es decir, que aporten confianza.

En cambio, donde sí se ha producido la regeneración ha sido en el PSOE. El veterano Rubalcaba ha dejado paso a Pedro Sánchez. El nuevo líder ha conformado, a su vez, una dirección donde la experiencia y la juventud cohabitan y facilitan el encaje de un nuevo PSOE en una sociedad cambiada. Aunque el trabajo de Pedro Sánchez es intenso para adaptarse a las nuevas formas de comunicación y trasladar un mensaje acorde con las nuevas exigencias sociales, no parece que la regeneración sea suficiente para que el partido socialista recupere el espacio político necesario. Pedro Sánchez tiene mucho trabajo por delante, debe hacer frente a una campaña electoral donde se encontrará con varios adversarios, por un lado, los de siempre, es decir, el partido popular, y, por otro, los que han surgido como consecuencia del hartazgo social, Podemos; además, tendrá que sortear a un enemigo, el de dentro, el más destructivo.

Si alguien ha representado un surgimiento generacional ése es Pablo Iglesias. Es difícil encontrar una encuesta que no otorgue a Podemos un respaldo social que lo sitúe en una posición que pueda llegar a ser determinante en los próximos comicios. La sociedad, dicho en términos amplios, esto es, englobando distintas edades y capas sociales, apuesta por esa nueva generación de políticos, cuya pretensión es una regeneración más profunda. Motivada por el hastío a lo existente o por el deseo de favorecer una nueva época política la voluntad de los ciudadanos se dirige hacia esta flamante formación política, dejando el año 2014 como el de la inflexión electoral, es decir, el de la irrupción de un partido capaz de desdibujar el equilibrio entre los dos grandes partidos.

En definitiva, si algo ha significado el año que dejamos es el inicio de una regeneración de la vida política e institucional auspiciada por la voluntad de la sociedad. Será a partir del año que viene cuando conozcamos la extensión y las consecuencias de esa regeneración.