Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Esquivel

La madre que los parió

Alfonso Guerra se sentó ayer por última vez en su escaño de la Carrera de San Jerónimo tras pasar 37 años en él, convirtiéndose así en el único diputado que lo ha sido ininterrumpidamente desde la restauración de las urnas. Algo se muere en el alma del Congreso, de donde se retira estando al frente de la Comisión de Presupuestos de la Cámara Baja. Encabezó de principio a fin la lista por Sevilla y, en más de una ocasión, fardó de ser el candidato más votado de las dos Españas. Hoy la cosa ahí fuera está como está, a su partido no lo reconoce ni la madre que lo parió y, en innumerables demarcaciones, recordar simplemente el nombre del que encabezó la lista tres años atrás es de nota.

Recibido al grito de «Arfonzo, dales caña», en los tiempos mozos movilizaba a su plebe como nadie si se exceptúa las rachas en que, gracias a ese ángel que Dios le ha dado, Aznar dejaba caer de manera meridiana lo majo que es. Pero uno de los rasgos característicos de quien inició su actividad socio/cultural regentando la librería Antonio Machado es que siempre ha tenido para todos y, en su despedida, no iba a ser menos. «Me voy con más de 50 años cotizados, algo que no conseguirá ninguno de ustedes», espetó a los periodistas. Será cabrón. Claro que al Felipe de sus entretelas hasta el divorcio, tampoco iba a dejarlo sin rúbrica: «Cuando Dios modeló el mundo, las puertas giratorias no las creó para mí». La mancha de tener que dejar el Gobierno de forma cruenta ha debido representar todo un estigma para este hombre leído, al que sus colaboradores tenían en alta estima y, al que el control del aparato y su seguridad en la fuerza del partido fue tan potente, que llegó a proclamar: «Presentamos a una cabra de candidato y gana la cabra». Pues para lograr solo un saltito ahora, no veas cómo vendrían unas cuantas por aquí.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats