Los turistas de los cruceros no dejan negocio y encima son unos cochinos. La frase no es literal pero es lo que soltó ayer el conseller de Turismo, Máximo Buch, durante su visita a Benidorm para brindar con los hoteleros de Hosbec por un buen 2015. Desconozco en qué consistió el aperitivo o la comida que le sirvieron en una ciudad donde a esa hora lucía el sol y se disfrutaba de unos envidiables 19 grados -no tanto como para provocarle un golpe de calor-, pero hacía tiempo que no se le recordaba una frase tan desafortunada. Espero que sus palabras, algo complicado en estos tiempos, no hayan llegado a oídos de los rectores de las grandes navieras como la MSC, con base en el puerto de Valencia y por lo tanto con sus clientes directamente señalados, Royal Caribbean o Cunard.

Encima lo dijo en una ciudad donde los días antes de la Navidad son los más flojos del año y que ahora, tras la aparición del fantasma de la estacionalización, lucha por abrir nuevos mercados y ha puesto el foco en los cruceros. Un producto turístico que todas las semanas lleva miles turistas a capitales como Barcelona, Málaga, Palma o la pequeña Cartagena -que digan allí que los cruceristas son unos guarros- y cuya falta en Alicante ha contribuido a hundir un poco más la actividad del Puerto en los últimos años.

O Máximo Buch se ha creído que estaba en la barra de un bar de estibadores o algo le pasaba ayer en Benidorm. No conozco ni a un experto académico o de los que llevan decenios en el turismo que no aplauda la captación de cruceros como un fuente de ingresos para el destino por lo que o Buch matiza sus palabras, o debiera pensar ya en centrarse en las exportaciones y dejar paso a alguien que sepa de qué va esto del turismo.

El turista de cruceros es importante pero lo que hace falta es lograr que baje del barco e incentivar su consumo, y para eso debe haber un compromiso de todos lo sectores de la ciudades donde hacen escala y, por supuesto, el apoyo de la Administración, donde personas que insultan a los turistas sobran.