A cuento de Interestelar, el catedrático de Física, Guillermo Bernabeu, situó así al espectador: «En lo que al control de la gravedad se refiere, subyace la teoría del campo unificado, el santo grial de la Física Teórica, capaz de describir las cuatro fuerzas de la naturaleza, electromagnética, nuclear débil, nuclear fuerte y gravitatoria, esa es la ecuación que trata de resolver el doctor Brand y por la que pide al protagonista cuando traspasa el horizonte de sucesos del agujero negro que le envíe los datos cruciales para reconciliar la gravedad con la teoría cuántica». No creo haber visto a tanto científico intentando explicar una peli y, como en este caso, acabar con que «mis expectativas no se han cumplido plenamente, pero a quien le guste el cine de ciencia-ficción se la recomiendo, yo la pienso volver a ver». Un amigo, vicioso del género, concluyó algo similar aunque no sea físico que sepamos: «No he entendido nada, pero me ha gustado». Está claro que bien no andamos. Con tal de perderse, a la gente le da igual zambullirse en la quinta dimensión, aunque no tenga ni pajolera idea de adónde ha ido. Lo que desconoce es que igual se topa por allí con Rajoy porque más cerca no parece estar. En su lugar, preferí bucear entre la escoria que a veces destapa este mundo de tinta impresa y me metí a ver Matar al mensajero. Recrea la historia de Gary Webb, un periodista que descubre las conexiones entre la Casa Blanca, la contra nicaragüense y el narcotráfico. Destapa además cómo las cabeceras estatales se pliegan al poder -en la línea de lo que Pedrojota no para de soltar de su exdiario- y colaboran en desacreditar al colega de tribunales de un periódico local al que sus pesquisas le hacen entrar en una dimensión desconocida. Mira por donde, ver esta denuncia en una cinta estadounidense me pareció de ciencia-ficción.
