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Francisco Esquivel

Pasados de revoluciones

No sé si saben cómo se llama el secretario general de Podemos en Torrevieja. Les va a sonar: Pablo Iglesias y, su padre, también. Cuanta más gente salga con denominación de origen en honor al fundador de la ugeté, más cruda se le pone la cosa al pesoe. Esto que ha llevado el eurodiputado de moda al desiderátum desde los platós comienza a ser un bucle. Lo advierte el aspirante a dirigir la partitura en Valencia que al menos se llama Jaramillo: «Existe un miedo real a que no se entiendan ni los objetivos ni los procesos de conformación de Podemos. Yo se lo he explicado a mis padres cinco veces y no les queda claro cómo funciona el tema». Ante las votaciones para refrendar la dirección local, el mismo Jaramillo ha prevenido acerca de que «no habrá lista ganadora ni perdedora, ya que la elección no se lleva a cabo mediante listas completas». Es posible entonces que el hombre haya superado ya la treintena de apostillas pero, por mucho interés que pongan los padres, cuadrar el círculo se las trae. Ahora bien, pese al aprieto, tiene más posibilidades de lograrlo Jaramillo que el comunicado que se marcó la formación -«estamos ante una campaña de difamación de las caras más visibles de Podemos»- porque al Errejón de turno le hicieron un traje a medida para facilitarle las habichuelas mientras se dedicaba a lo que se dedicaba. Iglesias, Monedero and company han de aceptar que ha pasado la bula por agitar divinamente el patio y que, al haber entrado en competición, se retratan. Y, ahí, no les vendría mal un poquito de humildad y percatarse de que, en torno a la transición, hubo quienes se jugaron el cuello y a quienes le salieron callos para que toda esta cuadrilla sean profes e irrumpan hoy para incitar a restituir las señas extraviadas. Pero con tiento, que los padres de Jaramillo no son sospechosos y tampoco entienden muy bien de qué van.

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