Seguro que usted que está leyendo esta página se habrá preguntado más de una vez lo estupendo que sería que le pudieran clonar. Algo mucho más exacto que tener un hermano gemelo, porque estos se parecen, -y muchos son idénticos- pero clonarse es una reproducción auténtica de uno mismo, y puede definirse como el proceso por el que se consiguen copias idénticas de un organismo, célula o molécula ya desarrollado. Es decir, «otro yo». Como dato interesante podemos decir que en la especie humana, de cada 250 nacimientos aproximadamente, uno es de clones genéticos. Son conocidos como gemelos. Pero la clonación es más que un gemelo, como decimos.

Pues bien, sobre este tema de la clonación seguro que lo habremos pensado más de uno/a bajo la perspectiva de poder destinar el clon a aquellas actividades que no nos gusta mucho desarrollar, eventos a los que no queremos asistir pero estamos obligados a ello y todo tipo de actividades varias que no son de nuestro agrado. Pero también habremos pensado en esto de la clonación bajo la perspectiva de que nuestro clon nos ayude en nuestras actividades laborales y/o personales, porque seguro que, como usted que está leyendo ya estas líneas será una persona competente en su actividad, más de una vez habremos pensado si fuera posible tener a alguien más como usted trabajando en su actividad, y que les entendiera a la perfección cómo hay que hacer las cosas sin tener que dar grandes explicaciones.

¿Se imagina dos personas más como usted en su actividad diaria? Se acabarían las pruebas de recursos humanos, las entrevistas personales y las dudas sobre la confianza que puede merecer otra persona que trabaja con nosotros. Si eres bueno tendrá otro u otros como tú. Pero el problema de todo este planteamiento es que también puede ocurrir lo contrario, a saber: que como la persona clonada sea un auténtico incompetente nos vamos a encontrar con uno o dos incompetentes más. ¡Lo que nos faltaba! Y lo curioso es que el que pediría que lo clonaran ignoraría su propia incompetencia, y hasta pensaría que es bueno que lo clonen, porque iba a «mejorar» la especie sin ser consciente de la introducción en el planeta de otra persona para restar en lugar de otro para sumar. Y este es el problema de la clonación. Que con independencia de las cuestiones filosóficas y éticas sobre esta forma de reproducción nos encontramos hoy en día con personas en todos los sectores que, hasta con elevadas responsabilidades, no son conscientes de sus limitaciones, de su baja preparación y de su falta de ética y sentido de la responsabilidad. Personas que toman decisiones todos los días. Unos en su empresa, en sus negocios o en su vida privada. Pero estos si se equivocan se perjudican a ellos mismos. El problema es si esta oportunidad de la clonación se la damos a personas que toman decisiones en la vida pública que pueden comprometer el progreso de una sociedad.

En realidad, sobre el tema de la clonación se ha estado trabajando más desde una perspectiva curativa. Así, se pueden destacar los avances del científico Shoukhrat Mitalipov que espera que la clonación terapéutica o regenerativa pueda ayudar a tratar enfermedades como la esclerosis múltiple, los problemas cardíacos e incluso el daño medular, al incentivar a las células embrionarias a reemplazar las células nerviosas, sanguíneas o cardíacas dañadas. Pero, claro, esta forma de clonación curativa le hará recordar esa película de cine llamada La isla que se estrenó en 2005, y cuyo argumento era que la Tierra estaba completamente contaminada por un virus mortal, y la única oportunidad de salir del complejo era resultar afortunado en un sorteo que concede a algunos de los residentes ir a la Isla, el único sitio no contaminado del mundo exterior. Pero la realidad escondía algo espantoso: no existía tal contaminación en el mundo real y los actores Ewan Mc Gregor y Scarlett Johansson descubren que ellos son en realidad, clones de clientes que han pagado para que se les «fabrique», como si fueran productos, y que cuando el cliente enferma y necesita un transplante, su clon es sacrificado para conseguir los órganos necesarios. Y esto nos demuestra que, al fin y al cabo, las preocupaciones sobre la clonación humana vienen por peligros como este. Y que al final te llegues a preguntar: ¿Quién es el original y quién la copia? O ¿Puede la copia acabar superando al original o a intentar vencerle si algo se interpone entre ellos? Imagínese si al final el clonado quisiera acabar con su original por los celos clásicos que la condición humana lleva consigo. O sea que aparentemente puede ser muy interesante esto de la clonación. Pero te pones a pensar en las pegas y te planteas: mejor nos quedamos como estamos. Porque si se clonan los malos ni les cuento y si los clones quieren enfrentarse a los creadores tampoco les cuento. Porque para malos, envidiosos y traidores tenemos ya en la tierra suficientes. Tantos que, como quien dice, ya no cabe aquí ni un tonto ni un malo más... de lo lleno que está.