Fútbol y política llenan muchas horas de entretenimiento televisivo. Recuerdo cuando Estudio Estadio era el único programa de fútbol que se emitía en TVE. Recuerdo cuando sólo había fútbol en televisión los fines de semana. Ahora, las tertulias de fútbol proliferan, hay fútbol casi todos los días en cualquier canal, de pago, por Internet? Ahora el antes, durante y después de los partidos alimenta pasiones, excesos y deriva lamentablemente en insultos y violencia, como hemos podido ver en los últimos días. Dicen que tenemos la mejor liga de Europa, va camino de ser la más violenta, si no nos aplicamos. Algo parecido ocurre con la política. Vivimos una sobredosis informativa difícil de digerir y, me atrevería a decir, hasta nociva. Además de los informativos, se suceden en diferentes canales toda clase de tertulias conducidas por un entrenador muy fiel a la corriente de la cadena que lo ha contratado. Recuerdan cuando en las noches del sábado reinaba el cotilleo, el corazón... Entonces salíamos a cenar, ganábamos más de seiscientos euros. Pero llegó la crisis y vivimos imbuidos en una constante y permanente tertulia política. Pero ¿acaso es política y qué tipo de política es?

No quiero tener que salir a cenar o tener que tener una vida repleta de ocio para evitar poner la TV porque hay gente que sólo tiene este entretenimiento. La enciendas a la hora que sea, verás las mismas caras. Como dos aficiones enfrentadas, las tertulias de cualquier canal se han convertido en un permanente Déjà vu, las mismas caras hablando de todo sin ningún pudor. Por la mañana, por la tarde y por la noche, son como las celebrities, aparecen a todas horas y ya sabemos lo que van a decir. Quién no tiene su particular celebrity tertuliana que incluso jalea desde casa: «Dale ahora, dale más, ahora por la izquierda, ahora por la derecha». Y si hay insultos o agresiones verbales a uno de los nuestros, pues le pitamos falta desde casa y le pedimos al conductor del programa, vía Twitter , que lo expulse del plató. Poco importan los matices, la veracidad de los argumentos, la mayoría de estos tertulianos a sueldo vienen a hablar de lo suyo y a defender lo suyo, son como Hooligans. Vienen con el guión aprendido y como en cualquier partido de fútbol, cada afición ve y vive su particular partido y según lo cuente cada una, se trata de una realidad distinta y, lo que es peor, de una verdad distinta.

Desgraciadamente la política ha saltado a ese peligroso y difuminado ámbito que es el espectáculo. Se busca antes el efecto mediático que el rigor. No se trata de ofrecer programas constructivos, no se trata de hacer pedagogía de la política, se trata de convertir la arena política en una farsa, en una pantomima en la que cada cual viene a interpretar su guión, a superar audiencias, a convertirse en lo más comentado en las redes sociales, jaleados por las propias consignas que imponen los medios que los han invitado. No se intenta razonar, no hay neutralidad, o estoy a sueldo de un partido o de un grupo empresarial con lo que se incumple cualquier código de buenas prácticas. Pero este espectáculo es particularmente molesto para las mujeres porque vemos día tras día tertulias y programas de entrevistas políticas, en los que hay una mayoría masculina y las mujeres son sistemáticamente minoría o directamente no están. Tanto la televisión pública como las cadenas privadas repiten el mismo patrón. Un conductor de programa, un invitado y unos contertulios con una presencia mínima de mujeres. Y yo me pregunto, si las facultades de periodismo están llenas de mujeres, si existen periodistas mujeres de gran solvencia, esta escasa representación no se justifica y es una muestra más de la desigualdad social y política que viven las mujeres. ¿Se imaginan una tertulia política conducida por una mujer y en la que sólo aparecieran tertulianas entrevistando al invitado? Sean sinceros, perdería calidad, rigor y seguramente audiencia. Es lamentable pero queda mucho camino por recorrer y esta desigualdad que padecen las mujeres es el germen del resto de desigualdades. A partir de ahí, vienen los demás lodos que culminan en el navajazo que le doy a mi chica ni no hace o siente lo que yo espero y quiero que sienta. En eso se ha convertido la cultura política en los últimos tiempos, en un sparring donde cada candidato, cada mercenario de la política libra su particular batalla animado por partidarios y detractores. Fútbol y política reinan en la parrilla televisiva en tiempos de crisis y eso no debería ser malo. Lo malo es que la violencia verbal y física invada este deporte y sea lo único que lo caracteriza; lo malo es que la política espectáculo y machista sea la única que ofrecen los principales canales de TV de este país.