Decía el pasado jueves en Madrid el director de cine, Ridley Scott, que vino a presentar su última película «Exodus», que no entendía cómo Alicante, teniendo los mejores estudios de cine del mundo los había cerrado. Está claro que no nos conoce y por eso no sabe que somos capaces de eso y más. Pero lo cierto es que es verdad que la Ciudad de la Luz es un complejo cinematográfico que para sí quisieran en muchos sitios. La idea, que era buena, ya nació mal porque se alumbró a golpe de dinero público y sin involucrar a la iniciativa privada, algo similar a lo que se hizo con Terra Mítica, que ya saben el pastón que nos costó y cómo la Generalitat lo tuvo que malvender para que por lo menos el parque temático siga abierto. En el caso del complejo de Agua Amarga que aquello fuera un mal parto no justifica la dejación con que se ha gestionado hasta llegar a su clausura. Y mucho menos que el Consell no haya movido cielo y tierra para buscarle una salida. Me cuesta mucho creer que con esas instalaciones y la riqueza paisajística que tiene esta provincia nadie esté interesado en la explotación de la Ciudad de la Luz. Si no se puede vender, se puede alquilar y si tampoco es posible eso, se podría dar la gestión a una empresa seria del sector a cambio de un porcentaje de los beneficios. No soy un experto pero me da que aquí lo que hay son pocas luces para encontrar un camino que vuelva a poner en marcha esos estudios cinematográficos que a poco que arrancaran su funcionamiento se traduciría en grandes beneficios para la ciudad de Alicante y para su provincia. Pero como decía al principio, Scott no nos conoce y aquí somo capaces de asistir impasibles al entierro de un proyecto sin que desde el Consell, el Ayuntamiento, la Diputación, los partidos o las organizaciones empresariales digan ni mu. Cosas de la terreta.
