Abuenas horas se preocupa el Consell por la situación del PP en el Ayuntamiento de Elche. Después de cinco largos meses en los que Fabra ha dejado que Mercedes Alonso perdiera el control de su grupo municipal, envía a Isabel Bonig para leerle la cartilla a los concejales populares y, ¿quién sabe?, si a la propia alcaldesa. Después de tres años de un plácido mandato la situación de deterioro en la vida municipal es patente. Plenos bochornosos y continuas intrigas y cruces de acusaciones, han convertido la vida municipal en una pantomima con una oposición que está recogiendo el fruto de la propia descomposición del PP. Y todo se veía venir, pero al president no le pareció lo suficientemente importante poner en jaque a su partido en la tercera ciudad de la Comunidad Valenciana. Ahora, con una Alonso maniatada en los plenos por la pérdida de la mayoría -con varios de sus ediles en contra y pensando si dar o no el paso que dio Cristina Martínez en su momento- lo que tenía que convertirse en unos meses plagados de actos e inauguraciones de cara a las elecciones, se han tornado en un verdadero purgatorio. Y la huida hacia adelante tampoco sirve. El intento de poner en marcha el ventilador para tapar errores o presuntas irregularidades no sirve para trasladar a los ilicitanos el mensaje de que el Ayuntamiento de Elche funciona. La «desbandada» de ediles del PP confirma un síntoma preocupante para el futuro político de la alcaldesa, que ha visto cómo entre Fabra y Llombart han acabado con una estrella que brillaba casi con luz propia.
