A estas alturas de la negociación y después de 600 años de espera nadie puede entender ya en Alicante a qué juega el Consell con el tema del trasvase Júcar-Vinalopó. Un Consell que se puso al frente del proyecto junto al Gobierno central a principios del año 2000, que volvió a ponerse al frente cuando el Gobierno del PSOE dinamitó el trasvase en 2005, pero un Consell que recuperado por su partido el Gobierno de Madrid y las responsabilidades del reparto del agua en España, se ha echado atrás incomprensiblemente.

Ayer, la Mesa Provincial del Agua -donde se sientan ilustres en el conocimiento de la problemática como Antonio Gil Olcina, quien volvió a dar una clase magistral y puso las cosas en su sitio- reclamó con urgencia al Gobierno que no se olvide de la toma de Cortes de Pallás, la que garantiza agua de calidad para regar y beber, y que las cuentas salgan para amortizar los 400 millones de euros que costó el trasvase. Pues bien. La Diputación fue el escenario donde los representantes del Consell volvieron a esconder la cabeza ante la reivindicación de la provincia de Alicante. Y fue una sorpresa, porque no hace ni una semana que el vicepresidente Císcar defendía en Valencia la opción Cortes, la que rechazan los agricultores valencianos.

Ayer, su lugarteniente en el tema hídrico, Alberto Comos, se quedó mudo. Algo que vuelve a dar fuerza a los detractores del trasvase en la negociación con Madrid. El parche de Alarcón (envío de 12 hm3) para beber en l´Alacantì y la Marina Baixa es eso un parche y la provincia no puede consentir tener un Consell que no defienda su futuro porque sin agua de calidad no hay futuro.

Es más, si el propio Gobierno admite que el agua de Cullera, arranque del trasvase, no sirve para beber, ¿cómo se explica que se pueda aceptar para regar hortilizas que después habrá que comer?