En Reino Unido, si se menciona Fotheringhay (Northamptonshire), automáticamente se relaciona con el pueblecito inglés donde la reina escocesa católica María Estuardo fue decapitada por orden de su prima, la reina inglesa protestante, Isabel. En el juicio celebrado en aquel histórico lugar quedó demostrada la participación de la primera en el intento de asesinar a la segunda con el fin de ocupar el trono al que legítimamente aspiraba. Hace exactamente un mes me encontraba visitando ese lugar y no pude evitar subir a la colina donde se encontraba el castillo de la ejecución y en el que anteriormente había nacido el malvado rey de la casa de York, Ricardo III. Desde la cima solo se divisaba, al frente, un rebaño de ovejas de cara negra al otro lado del tranquilo río Nene, en cuyas aguas se desperezaba un cisne. A la derecha, entre unas pocas casas, se distinguía perfectamente la torre octagonal de la magnífica iglesia local. Del castillo solo queda un pedazo tosco de mampostería resguardado por una verja junto al río.

Viene todo esto a cuento de que en uno de los dos carteles adosados a la verja rezaba que ese memorial había sido colocado por la Stuart History Society para recordar el lugar donde la reina María Estuardo había sido decapitada en el gran salón del castillo el 8 de febrero de 1587. Me vino entonces a la cabeza la duquesa de Alba y su extraño apellido. Y averigüé lo que sigue.

La reina María Estuardo no llegó a ser reina de Inglaterra, pero sí su hijo, que reinó con el nombre de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, un rey muy culto y especial. A este le sucedió Carlos I, que fue depuesto y ejecutado. Once años después, Carlos II vuelve a recuperar el trono y muestra simpatía por los católicos, pero su hermano Jacobo II, que le sucede, no se es tan astuto y diplomático; es derrocado y cede el trono al protestante Guillermo de Orange, casado con una de sus hijas. El patronímico «estuardo» se remonta a finales de la Alta Edad Media cuando los mayordomos o administradores (steward o stewart) de las casas reales se ennoblecen por servicios prestados. Etimológicamente, esa palabra procede probablemente de stig (casa) + ward (fr. garder > ing. guard: esp. guardián). Por tanto, al principio son «guardianes o protectores de una casa», es decir, oficiales que controlan la economía y asuntos domésticos. Esta figura ya existía en la Bretaña francesa en el siglo XI, apareciendo en Escocia en el XIII al emparentarse con los Bruce. Los reyes Estuardo, por su condición de católicos, no fueron muy populares entre los ingleses, protestantes en su mayoría, y reinaron en este país hasta 1701, año en que entró la casa de Hanover. La casa de Hanover cambió el nombre por el de Windsor durante la I Guerra Mundial. Y aquí nos encontramos. Ya ven: media historia de un país en una pincelada.

Pero a lo que íbamos. La duquesa de Alba es descendiente directa del rey Jacobo II (último rey católico de Inglaterra, derrocado y exiliado a Francia en su día), a través de un hijo ilegítimo y bastardo llamado James Fitz-James (1670-1743), es decir, Jacobo, hijo de Jacobo, que fue el primer duque de Berwick. Este no pudo aspirar al trono al morir su padre en 1701, ya que era hijo ilegítimo de un rey destronado. Y finalmente, nacionalizado francés, se acercó a la corte de Luis XIV de Francia. El tal James Fitz-James se dedicó en ese país a la carrera militar consigiendo grandes éxitos; de este modo, años más tarde nuestro rey borbón Felipe V, nieto de Luis XIV, le otorga el título nobiliario de duque de Liria y Jérica, y le nombra grande de España, condecorándole con el Toisón de Oro. El primogénito de James Fitz-James, llamado Jacobo Francisco Fitz-James, ya español, se casa con una descendiente de Cristóbal Colón. Enviuda y se vuelve a casar. De estas nupcias nacen diez hijos, de los cuales heredan el título de duques, primero Enrique Jacobo de Fitzjames (1702-1721), y al fallecer este le sucede Carlos de Fitzjames (1712-1787). Entre sus descendientes se encuentran los españoles duques de Liria, que más tarde entroncarían con la Casa de Alba.

¿Entienden por qué existen tantos Jacobos entre los ascendientes y descendientes de la duquesa fallecida? Si esto les ha resultado aburrido, siempre encontrarán versiones más amenas de la última parte de la historia, que es la que hemos conocido en España actual. Les recomiendo el hilarante libro escrito hace unos años por Manuel Vicent, Aguirre el magnífico. Y si no tienen tiempo para leer libros, pueden leer un artículo que escribí hace unos sobre estas cosas de la nobleza, titulado La metamorfosis de la oruga, que debe habitar, junto a mi nombre, en algún rincón de Google. Y si no les gusta leer, seguro que muy pronto habrá película, esperemos que en clave surrealista, tipo Manuel Vicent o Santiago Segura, de Cayetana, hija de Jacobo Estuardo, duquesa de Alba.