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Gerardo Muñoz

Ni robó ni mató, vótalo

En agosto de 1991 visité la República Dominicana. Guardo muchos recuerdos de aquella estancia en la antigua isla de la Española, pero sobre todo hay uno que se me quedó grabado con fuerza en la memoria. El año anterior había habido elecciones presidenciales y tanto en las carreteras como en las ciudades se veían todavía carteles electorales en los que se leían los eslóganes de los diferentes candidatos y partidos. Entre ellos había uno que me llamó muchísimo la atención. Decía: «Ni robó ni mató. Vota a Bosch».

Aquel eslogan me sorprendió y, casi, casi, me escandalizó. ¿Cómo podía ser que un candidato a presidir el Gobierno de un país presentase como su mejor aval el no haber matado ni robado? Solo en una república bananera podía verse algo así, pensé cuando vi por primera vez aquel cartel. Apenas tres meses antes se habían celebrado elecciones municipales y autonómicas en España, y no podía imaginarme a un candidato español pidiendo el voto con un eslogan semejante. Afortunadamente, me decía, en España la democracia estaba consolidada y los políticos españoles se presentaban a las elecciones con propuestas y méritos mucho más civilizados que aquellos otros de no haber matado ni robado.

El eslogan de Bosch tenía su razón de ser, naturalmente. Una vez acabada la larga y cruenta dictadura de Trujillo, los dominicanos eligieron democráticamente en diciembre de 1962 al escritor Juan Emilio Bosch Gaviño como presidente de su país, quien tomó posesión de su cargo en febrero del año siguiente. Pero su mandato apenas duró siete meses. En septiembre de 1963 fue derrocado por un golpe de Estado militar. Marchó al exilio durante unos años y, tras regresar a la República Dominicana, volvió a presentarse como candidato a presidente en 1978, 1982, 1986, 1990 y 1994. En las penúltimas no ganó porque el resultado fue amañado a favor de Joaquín Balaguer. Durante los siete meses que gobernó, Bosch promulgó una nueva constitución que daba a los dominicanos derechos jamás antes conocidos, pero que le granjeó la aversión de los terratenientes y de la Iglesia. Sin embargo, en las elecciones de 1990 (aquellas en las que le arrebataron el triunfo por medios fraudulentos), el eslogan con el que pidió el voto se limitó a recordar que, durante su mandato, actuó con una honestidad insólita hasta entonces entre los políticos dominicanos, pues ni mató ni robó, algo que sí habían hecho su antecesor (Trujillo) y su sucesor (Balaguer).

En estos días he recordado el eslogan de Bosch a propósito del ridículo paripé organizado por Esperanza Aguirre en el PP madrileño. Para ver qué concejales van a ser los nuevos alcaldes de Valdemoro y Collado Villalba, ha decidido someter a los candidatos a una especie de exámenes públicos que han resultado tan esperpénticos como vergonzosos. Los examinadores, intentando ofrecer una imagen de transparencia capaz de contrarrestar los escándalos de corrupción en los que se ha visto envuelto el PP en los ayuntamientos de dichas localidades madrileñas, formularon varias preguntas («¿tienes dinero en Suiza?» o «¿has cobrado alguna vez una comisión?») que podrían haber ruborizado a cualquier candidata a miss; y que recibieron algunas respuestas merecedoras de ser expuestas en el museo de la estupidez humana: «Ser corrupto es decisión personal, como elegir vino o cerveza», «es tan fácil (ocultar la corrupción) como que me mienta mi hijo si le pregunto si ha estudiado y no lo ha hecho», «tuve poco trato con Granados (cabecilla de la trama Púnica), pero vino a mi boda», etcétera.

Y digo que esta pantomima ñoña y bochornosa organizada por el PP madrileño me ha recordado el eslogan del dominicano Bosch porque nos rebaja como país a un nivel tercermundista. De prosperar la idea de Esperanza Aguirre, es muy posible que en los carteles electorales de los candidatos del PP madrileño en las próximas elecciones municipales y autonómicas leamos eslóganes del tenor de «No tiene cuentas en Suiza. Vótale» o «Prometo no cobrar comisiones. Vótame». Como si el no ser corrupto ya constituyera el suficiente mérito como para presentarse a unas elecciones. ¡Qué nivel!

Al menos el eslogan de Bosch era digno y auténtico.

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