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Isabel Vicente

Con otra cara

Isabel Vicente

Sexo en el aeropuerto

Leo en el periódico que uno de cada diez turistas tiene sexo en el aeropuerto antes de embarcar, una cifra muy superior a la del número de personas que aprovecha el propio vuelo para darse un desahogo pese a lo que nos mitifican en las pelis estos encuentros libidinosos en los baños del avión. Se trata de una encuesta realizada por un buscador de vuelos en Internet entre sus usuarios cuyos resultados han sorprendido, al parecer, a los propios responsables del sondeo. A mí no. Por lo visto, según las personas consultadas, el motivo que les lleva a buscar sexo en el aeropuerto es triple. Por una parte, el aburrimiento. Tres horas ahí esperando a que te toque, si hay suerte y no hay retrasos, con poco más que hacer que ver tiendas y tomar café, dan para mucho. Otros afirman que les da morbo eso de enrollarse en unos aseos públicos o en la sala VIP donde cualquiera puede entrar, con lo que eso pone... De hecho, un 12% de quienes habían practicado sexo en el aeropuerto confesaron que habían sido pillados por el personal o por otros pasajeros. Y luego están los que optan por el sexo para empezar las vacaciones antes incluso de llegar a su punto de destino.

Además de esta propensión a darse un revolcón antes de viajar, en la encuesta se refleja que uno de cada siete turistas bebe de más durante la espera y más de uno se sube borracho al avión, lo que, francamente, tampoco me sorprende aunque, al igual que en lo del sexo, por motivos distintos a los que esgrimen los encuestados. Y es que, no habrán preguntado cuántos se toman pastillas tranquilizantes porque, si no, se les dispararía la estadística, y ahí no hay ni morbo ni ganas de fiesta ni aburrimiento. Es mi caso.

Ya. Ya sé que es una tontería tener miedo a volar, que es el medio de transporte más seguro, que porcentualmente es el que menos siniestros sufre, que es cómodo y rápido.... Lo que ustedes quieran, pero ¿cómo se supera ese tembleque que te entra mientras vas entregando los billetes y andando en cola hacia el aparato por esos tubos de plástico como si fueras al matadero? Y no me cuenten que somos pocos los miedosos. Si no, ¿a qué tanto aplauso y tanto suspiro en cuanto aterrizas? Por eso entiendo que uno beba de más, se empastille o pida al vecino que le dé con un garrote en la cabeza antes de embarcar para no enterarse de nada. En cuanto a lo del sexo antes de empezar el viaje, es evidente. ¿Quién no ha deseado, si se acabara el mundo, en morir haciendo el amor? Pues eso es lo que nos planteamos algunos antes de subirnos a un avión.

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