En mayo de 2011 el PP y Mercedes Alonso a la cabeza ganaron las elecciones municipales en Elche. El sufrimiento y la indignación de la ciudadanía empujaron al electorado español a votar masivamente contra el presidente Zapatero, que había cometido errores de bulto en la detección de la crisis y en las medidas para atajarla. En Elche este tsunami se materializó desalojando del poder municipal al PSOE después de 32 años ininterrumpidos de gobierno local.

Y cabe recordar esto porque Mercedes Alonso prefirió pensar que la votaban a ella por sus tan deslumbrantes como desconocidos valores en vez de hacerlo por rechazo a una situación que les había abocado a una vida difícilmente soportable. Grave error. Gravísimo error que le llevó a pensar que se había ganado a los ilicitanos cuando los ilicitanos, simplemente, le dijeron que a ver si era capaz de ganárselos. Irreparable error que le llevó a interpretar que había obtenido un triunfo cuando, simplemente, se le había concedido una oportunidad.

La gran incógnita entonces era si esta etapa de la política ilicitana iba a ser un paréntesis coyuntural o el inicio de un largo ciclo de gobierno de la derecha. La respuesta a esta pregunta estaba en qué hiciera la nueva alcaldesa y en cómo lo hiciera. Y, habida cuenta de la escasa propensión ilicitana al voto popular en las municipales, estaba claro que debería hacer mucho y hacerlo muy bien para consolidar un poder mucho más precario de lo que torpemente interpretó.Instrumentos no le faltaron a Alonso. Los ilicitanos le pusieron en sus manos una considerable dosis de indignación que le aseguraba un buen tramo de su mandato con carta blanca y una mayoría potente para gestionar. Sólo quedaba por ver cómo gestionaba la nueva alcaldesa la oportunidad histórica.

El paso de los meses fue arrojando un jarro de agua fría sobre los ilicitanos que vieron cómo su ciudad quedaba dejada de la mano del Ayuntamiento. Los servicios encarecidos, la vía pública abandonada, los espacios públicos descuidados. La calidad de vida bajó muchos peldaños. Y todo ello, bajo el argumento de la austeridad que cada vez iba perdiendo más fuerza y credibilidad.

Pero, más allá de la gestión abandonada de lo pequeño, tan importante en la política municipal, la ciudad miraba, primero atónita y después indignada, cómo la gestión patrimonial de su suelo y territorio, lejos de orientarse a buscar un futuro a su grave situación, se ponía a disposición de unos cuantos intereses privados. Y cómo con descaro y no poco olor a podrido, se producían prórrogas incomprensibles de las grandes contratas de servicios sin que sorprendentemente ninguna llegara a su fin en este mandato. Ocultismo y terreno sembrado de dudas y sospechas. Pero más aún, si cabe, fueron irritando sobremanera las formas y el talante con que se ha conducido la propia alcaldesa. Su altivez, arrogancia, sectarismo y desprecio por los otros ha llegado a calar hondamente en los ilicitanos que hoy tienen muy claro que no quieren a su alcaldesa porque su alcaldesa no los quiere a ellos.

Desalentadora respuesta a su primer reto. En nada ha mejorado la ciudad. En mucho ha deteriorado la convivencia.

Le quedaba a la alcaldesa la otra herramienta que se le concedió: una mayoría potente. Pues, ya ven cómo está. Quedó amputada en julio por la salida de una concejala y está ahora minada por alguna indiferencia, ciertos alejamientos y bastantes hostilidades. El especial talante de la alcaldesa y su personalismo en la toma de decisiones, por cuestionables y trascendentales que éstas sean como el Mercado Central, han terminado por exhibir una penosa imagen de gobierno en acelerado proceso de descomposición.

El Ayuntamiento de Elche en el escaparate de la desintegración. Un festival de insidias. Un espectáculo decepcionante. La alcaldesa se lo ha trabajado y se lo ha ganado a pulso.

Pero, la descomposición no es sólo la consecuencia de una trayectoria. Es el síntoma y el anuncio del fin de una etapa. La fractura como indicador más reconocible de un modelo fallido. La prueba más evidente de un final de trayecto. ¿Qué mensaje puede aspirar a vender el PP a los ilicitanos si son incapaces de comprarlo sus propios autores?.No era inicio de ciclo. Era paréntesis coyuntural ante la incapacidad de una alcaldesa negada, no sólo para gobernar la ciudad, sino al propio equipo que ella misma formó.

Sin embargo, incluso los finales de trayecto requieren ser gestionados. Y ser gestionados con dignidad. Es la última tarea que le queda a Mercedes Alonso. Gestionar su propio final. Y debe hacerlo porque el siguiente paso de la descomposición es la putrefacción? Y eso, la ciudad de Elche no lo merece.