La ONU presenta anualmente su Informe sobre Desarrollo Humano. La renta per cápita o el PIB con ser importantes, son insuficientes para medir las condiciones de vida y del desarrollo. Desde que en 1990 se planteó el concepto y la medición del desarrollo humano estableció para ello el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que permite la comparación entre países y la evolución interanual. No es la Felicidad Interior Bruta (FIB) que utilizan los ciudadanos de Bután para medir su bienestar, pero en un mundo con recursos limitados el objetivo del crecimiento económico no es ilimitado y es preciso añadirle otros aspectos cualitativos y sustantivos como sostenibilidad y equidad (2011) o «reducir vulnerabilidades y construir resiliencia -capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas- (2014) entre los factores que indican desarrollo humano. (http://www.undp.org/content/undp/es/home/librarypage/hdr/2014-human-development-report.html).

En 2007 España estaba en el número 20 de 192 países en el grupo de los de IDH «muy alto», en 2011 con la crisis habíamos pasado al 23, y en el Informe de 2014 -los datos corresponden a 2013- estamos en el número 27 y con un índice -0,869- inferior al de 2011 que se situaba en 0,878. Estados Unidos, por ejemplo, ha pasado de ser el décimo tercero, al cuarto y al quinto en IDH, o Alemania del 22 al 6.

El IDH tiene tres componentes básicos que se extraen de otros muchos indicadores. El primer componente es la esperanza media de vida ha subido de 81,4 en 2011 a 82,1 años, el último año. El segundo componente se refiere a la educación: años de escolarización en relación con los años de escolarización previstos; en este periodo los años previstos aumentaron, pero la escolarización real ha pasado de 10,4 años de media a 9,6. Por último el tercer componente es la renta bruta per cápita, los ingresos medios de los españoles han pasado de 26.508 a 30.561.

Pero esos índices los ajusta el informe en función de la desigualdad. Si el IDH de nuestro país está en 0,869 -el máximo es 1, Noruega tiene el más alto con 0,944- si se valora la desigualdad se quedaría en 0,775, esto es un 11% inferior debido sobre todo a la desigualdad de ingresos, le siguen las de las desigualdades en educación -con un 22%- que situaría el índice en 0,751 y con una incidencia menor la desigualdad en esperanza de vida. El índice de Gini que mide la desigualdad de ingresos es 0,347, similar al que dejó Margaret Thatcher en Gran Bretaña tras once años de gobierno conservador, y era 0,25 cuando llegó al poder. Una auténtica proeza, aquí ha bastado con tres años.

Por el Índice de Desigualdad de Género, otro de los factores que mide la ONU en el IDH, España estaría la décimosexta, porque los indicadores son favorables: presencia de mujeres en el Parlamento (35%), mortalidad materna en el parto y maternidad de adolescentes baja; la participación de la mujer en la población activa y el menor nivel educativo son los que marcan las diferencias. El desarrollo de género está lastrado básicamente por la diferencia de ingresos por sexos, que para las mujeres son inferiores en una tercera parte. La esperanza de vida, la calidad de la atención médica, el número de médicos por diez mil habitantes son datos muy favorables, aunque los gastos en salud son el 9,4 del PIB -la mitad que en EE UU- aunque gestionados mejor.

Pero en materias sociales como tasas de desempleo, 25%; desempleo juvenil, 53,2%, los indicadores son pésimos. Como no son buenos los indicadores en educación con un gasto del 5% del PIB apenas superamos a Italia, Chequia o Grecia.

¿De qué se ríen? Preguntaba el pasado domingo en su artículo mi compañero Gisbert. Este mes se ha hecho público el VII Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social de Cáritas; el de Intermón Oxfam, Acabemos con la desigualdad extrema y el da la Unicef Los niños de la recesión. Las tres entidades tienen una seriedad, rigor y compromiso ganado a pulso. Las propuestas parlamentarias para disminuir la desigualdad y atender la pobreza infantil produjeron risas entre los parlamentarios que apoyan al Gobierno. En el informe de la ONU tienen para otras cuantas risas, especialmente si se paran en que sólo el 42% piensa que el Gobierno hace esfuerzos frente a la pobreza, y sólo un 34% confía en su actuación.