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La hostelería, los recortes y la corrupción

Parece el titulo al de aquel mítico Western de Sergio Leone, «El bueno, el feo y el malo» por ese orden. Partiendo de que el hostelero lleva sufriendo como el que más la crisis y que se está trabajando duro lo dejaremos como el Bueno. Hablemos del feo. Sin duda cuando la Administración mete la tijera lo hace primero donde menos aparentemente se nota. Si se baja el presupuesto de turismo a la mitad habrá menos promoción, menos imagen o menos formación, pero no es comparable a que redujese a la mitad el gasto en sanidad, por que entonces tendríamos a la mitad de los enfermos en la calle. Algo tan básico y prioritario da manga ancha para mucho, puesto que ningún hostelero, touroperador o turista se tira a la calle a manifestarse y así estamos.

Antes, en aquellos tiempos de bonanza, (de los que hace solo siete u ocho años y parece que fue en la prehistoria) uno organizaba unas jornadas gastronómicas y solicitaba una ayudita y te pagaban los carteles o alguna cuña de radio y no te digo nada si lo hacía la asociación de hosteleros de turno, donde ya las campañas eran a lo grande. Hoy nos quedamos con el «no hay dinero» y agachas la cabeza y tú te lo guisas y te lo comes, o mejor dicho tratas de que se lo coman tus clientes, con alguna ayudita de los proveedores que también van apretados.

En lo de la formación, ni entro, pero se imaginan, y eso que la red de CDTs está haciendo un trabajo ímprobo por mantener el máximo de cursos posibles. Pero si contamos los que se hacían desde diferentes estamentos y con ayudas europeas, el mapa de formación hostelera está en la cuarta parte de lo que había hace diez años.

«La corrupción», y alguno dirá «¿pero en la hostelería también?», no, no me refiero a eso, aunque sinvergüenzas hay en todas partes. Es bien cierto que ante tanto imputado, acusado y condenado, la ciudadanía y los medios de comunicación estén centrados y bien centrados en esto, pero hay otra clase de corrupción popular a la que nadie le presta atención o por lo menos siempre se hace de manera genérica, hablando del dinero negro y de la economía sumergida como si de bandas mafiosas se tratase. La picaresca, que es casi un deporte nacional, hace tan flaco favor al sistema como los políticos que se las llevan, si la cuantificamos según Hacienda mas aún, aquí en este país no quiere pagar IVA ni el «tato», cuando se pasa un presupuesto de un banquete o de una simple comida de cuatro, la frase mas habitual es «¿me quitarás el IVA?». Primero, como si el IVA fuera del señor del bar; segundo, que si no lo haces o contestas de manera coherente te juegas que te contraten el servicio presupuestado (indudablemente porque hay otros que sí están dispuesto a hacerlo); y lo tercero porque queda «guay» decirle al cliente «no te preocupes que yo te lo quito», con lo que entramos en otra dinámica. Esto quiere decir que una de dos, o se lo come el hostelero, pues si lo declara lo tendrá que detraer de la base cobrada o no lo declara y punto.

¿Cuánta economía sumergida hay en la hostelería? Lo cierto es que no sé si más o menos que en el resto de sectores, pero al final si todo el mundo pagase los impuestos seria más baratos y los servicios mejores, porque cuando un señor no paga el IVA a mí al menos me da la sensación que está robando del dinero de todos igual que cuando un concejal se las lleva y si es de otra manera que me lo expliquen, porque además cuando hayamos pagado todos y en todo es cuando se puede exigir con más contundencia.

En la obligación de pagar esta el derecho de exigir.

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