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Dentellada

Muchísimo acojone tiene que haber en los cuarteles generales del pepé y del pesoe tras comprobar que los chicos de Podemos ya se han tomado todas las cajas de Red Bull que había disponibles en la despensa de la patria. Los conservadores y los socialistas se han pasado estos años como si estuvieran de veraneo en la dacha, en un descanso perpetuo, sin pensar en lo dura que se estaba presentando la vida para esta ciudadanía agobiada por las deudas y agotada por la falta de futuro. Y mientras unos cogían alas, otros se gastaban con gran alegría esos dinerillos públicos que se encontraban en el ejercicio de su cargo. El canguelo tiene pinta de ser mayúsculo porque entre las formaciones del bipartidismo hasta flota la idea de hacer causa común para evitar la debacle. Incluso el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en un intento de salvar los muebles o de justificar lo injustificable, dijo hace unos días en Alicante ante un concurrido auditorio: «No todo lo han hecho mal los partidos que han gobernado». El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ya había informado para entonces de que Podemos venía a ritmo de batir el récord de la maratón electoral, echándole el aliento en el cogote al Partido Socialista y a dos zancadas del Partido Popular. La formación de Pablo Iglesias va a recoger el voto de miles de cabreados con una clase dirigente que ha vivido en la autocomplacencia, haciéndole el caldo gordo a las clases más pudientes y mirando con desprecio a una multitud de jóvenes y menos jóvenes que clamaban por un cambio. La «generación Podemos» todavía no ha elaborado programa pero ha lanzado un discurso ilusionante para muchos, capaz de hacer creíble la política. Pero que nadie se someta a engaño. Este capitalismo brutal y desalmado que hemos alimentado es capaz de acabar en medio segundo con la mayor de las esperanzas de una sola dentellada.

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