Tengo un amigo virtual, que es amigo pero habita en la red. Aún así, vive sin vivir en él porque un día está aquí, otro en Brasil y al que te descuidas te manda un correo mientras atraviesa la bahía de San Francisco cuando no se encuentra fotografiando el plato que acaban de ponerle por delante en un restaurante de Tokio. Pero, repito, el día que se halla a mano pulula por la nube esa. Antes, el siglo pasado, mientras aún era de carne y hueso, se exponía más. En las nuevas tecnologías te expones resguardado. Eso sí, llegas antes y siempre estás ahí. Y es lo que ocurre con él desde que adquirió la nueva identidad: que pasan meses hasta que nos tomamos una cerveza, pero no he amanecido y ya lo tengo al acecho.
Como siempre ha resultado un currante de padre y muy señor mío, me tiene al tanto de los movimientos por los que sabe que me intereso. El último ha sido hacerme llegar que la directora de Políticas Públicas de Google para España, Italia, Portugal y Grecia, Bárbara Navarro, ha sido nombrada dentro del área para llevar la planificación estratégica de la compañía en Rusia, Asia, Oriente Medio, Australia y parte de África a partir de este mes. No obstante, y aunque algo sí que impresione, lo fuerte no es eso. Lo alucinante es que, además de haber puesto en marcha cátedras y otras iniciativas con tal de abrir campos y plataformas a emprendedores, esta mujer corre maratones. El año pasado, en concreto, los de Nueva York, Estocolmo y Berlín y, para el que viene, tiene previsto participar en los de Tokio y Chicago. Y, aparte de intentar lidiar de continuo con una dieta macrobiótica, practica bikram yoga y meditación vipassana, que yo no sé ni lo que es. Y a pesar de que la máxima de Bárbara Navarro sea «querer es poder», está claro que sus nenas de 9, 4 y 1 año le han fastidiado la trayectoria profesional. La prueba es que no se ha hecho cargo de Alaska.
