Mi nombre es Teófilo Díaz Real, formo parte de la plataforma para la defensa de la Ley de la Dependencia y soy el padre de César, un maravilloso niño de cinco años que el pasado día 30 de septiembre recibió un «nuevo» riñón que le permitirá disfrutar de una mayor calidad de vida. Pero esta no va a ser una carta más que remueva la compasión de los lectores que se interesen por él.

Las personas discapacitadas, dependientes y sus familias están siendo objeto de continuas, vamos a dejarlo ahí, faltas de respeto por parte de la Administración autonómica valenciana. Se alargan hasta límites inimaginables los reconocimientos de su situación de dependencia. Se reconocen a la baja sus grados de discapacidad. Se les obliga a afrontar un copago farmacéutico. Se les obliga a abonar unas cantidades obscenas para acudir a los centros de día. A sus cuidadoras (y digo cuidadoras porque históricamente han sido ellas las que han llevado a cabo los cuidados de las personas dependientes), se les ha extraído de la Tesorería General de la Seguridad Social, etcétera, etcétera. Pero no pasa nada. Leo Messi marcará varios goles en su próximo partido, y Cristiano Ronaldo, esta semana ha tenido molestias en su bíceps femoral.

Hemos tenido conocimiento a través de los medios de comunicación cómo una peligrosa combinación entre incompetencia y en ocasiones delincuencia, se ha adueñado de las instituciones públicas valencianas.

Si resultó casposo que a Carlos Fabra (hoy condenado a 4 años de prisión) le tocara la Lotería de Navidad en siete ocasiones, obteniendo supuestamente más de 2,2 millones de euros en primeros premios desde el año 2000. Si nos avergonzó a los valencianos que el conseller Rafael Blasco desviara entre 2008 y 2010 entre seis y nueve millones de euros destinados a ayudas para países subdesarrollados a una trama de empresas de su entorno, siendo condenado por ello a 8 años de prisión.

Si nos sonrojó que el juez de Instrucción del caso Emarsa estimara en 23 millones de euros el macro fraude de la depuradora de Pinedo y que según las facturas entregadas por los hoteles al juez, en el fin de semana del 22 al 24 de enero de 2010 una joven de nacionalidad rumana se alojó con el gerente de la depuradora en una habitación doble de un hotel de Alicante, lo que originó una factura de 522 euros que hemos pagado todos los valencianos.

Si la Ciudad de las Artes y las Ciencias ha acumulado un sobrecoste que cuadruplica el presupuesto inicial, llegando a pagar los valencianos un total de 1.280 millones de euros, finalizando con la «externalización» del Ágora y del Oceanográfic€ de momento.

Ya sé que esto cansa pero, por favor, lector, espere un segundo más porque no puedo pasar por alto la Ciudad de la Luz, el aeropuerto de Castellón, el caso Noos, el cierre de Canal 9, el proyecto de las Torres de Calatrava, el caso Brugal (no puedo dejar de mencionar a «la polla insaciable»), el caso Gurtel, la visita del Papa Benedicto XVI, las acusaciones de tres trabajadoras por abusar sexualmente de ellas del exsecretario general de Radio Televisión Valenciana Vicente Sanz (¿recuerdan aquello de «mostró su sexo erecto y le decía: dame una chupaeta»?).

Miren ustedes, seguro que si buceo un rato más por internet, encuentro más motivos para avergonzarme de las personas que han dirigido el futuro de los valencianos durante casi 20 años y que han provocado que nuestra tierra sea la más endeudada de España con respecto a su PIB, abocando a los colectivos más vulnerables, como los niños, los discapacitados y los dependientes a la pobreza y a la exclusión social.

Por eso, si todos estamos convencidos de que como mínimo quienes nos gobiernan desde las instituciones públicas valencianas han sido unos incompetentes, ¿por qué acuden miles de personas a los encuentros de fútbol y no a las manifestaciones que se celebran en las calles valencianas de manera pacífica? ¿Por qué no existe una mayoría crítica con la gestión de los recursos públicos? ¿Hemos asumido que el gobierno de un territorio conlleva necesariamente vínculos con la corrupción?

No creo en aquello de que «todos los políticos son iguales», porque no es cierto. He tenido la oportunidad desde la plataforma en defensa de la Ley de la Dependencia de conocer a personas (políticos, sindicalistas, portavoces de colectivos sociales y vecinales), que tienen verdadera vocación de servicio público y que se han preocupado (sin recibir nada a cambio), de las inquietudes y necesidades de las personas dependientes.

Dicho esto, y ya voy acabando, yo aspiro a un mundo mejor y no me considero cómplice con mi silencio de toda esta situación. Por eso, animo a mis amigos, vecinos, compañeros de trabajo y familiares a que sean más críticos con la gestión de los recursos públicos valencianos, y a que en las próximas elecciones autonómicas, dediquemos media hora a llevar a cabo un ejercicio de responsabilidad y coherencia y que de manera libre y razonada, contribuyamos a la desinfección de las instituciones públicas valencianas y podamos decir que no somos responsables como «mayoría silenciosa» de lo que está ocurriendo en nuestra tierra.

No son tiempos de dudas ni de medias tintas. Nuestro futuro y el de nuestros hijos está seriamente comprometido por los excesos, despilfarros y comportamientos mafiosos de algunos responsables políticos. Y terminaré diciendo a aquellas personas que se sientan irritadas con esta carta, que no hay nada más potente que el amor de unos padres hacia sus hijos, y que si aquellas personas que se encuentran en los puestos de responsabilidad de la Administración para proteger a los que más lo necesitan, son por el contrario quienes más los perjudican, aquí están sus familiares para protegerlos. Fabra, Castedo, Ortiz€ No os tengo miedo.