El título de una obra maestra de Ernest Hemingway, Muerte en la tarde, sería más que apropiado para este homenaje, el que tocaba a uno de los grandes de esta ciudad que se fue. Hace poco que me hice amiga, y conocí mejor, a una de sus hijas, Yeyes, sobrenombre de una mujer encantadora y buena gente, como su madre, también Yeyes, pero Samper. Los Dolls Samper siempre fueron una familia de casta, de raza, de poderío, pero también la clase entre la «familia taurina» de este país y fuera de él. No hablemos ya de su hijo, José Mari Manzanares, quien es capaz de poner la piel de punta a toda una generación o dos, ya sea en el ruedo (donde es incalculable su talento natural) sino también en un fotocall, en una sesión de fotos de Mario Testino o en cualquier lugar? Por eso esta semana la desaparición (pero solo física, porque estoy segura que nos ronda por aquí...) del padre, del jefe de este clan de artistas y gente de honor, deja un poco más huérfana esta ciudad. Todavía recuerdo esa emoción en su rostro cuando se «plantó» una corrida Goyesca de «escándalo» con Tomatito a la guitarra incluido y cantándole por soleá, arrancando una emoción en la piel desde la guitarra hasta la piel que me dejó con un «síndrome de Stendhal» casi al borde de la locura sensitiva. Y no lo digo por «hacer la pelota» que es la actividad nacional favorita por excelencia, tanto cuando uno se va como cuando llega a lo más alto? no, porque además a José Mari lo de la «pelota» no le iba mucho, no? Así que hoy escribiré el epitafio de uno de los grandes que un barrio único, Santa Cruz, dio al mundo. Una pequeña ciudad dentro de la nuestra, Alicante, donde se siguen abriendo las puertas por las tardes al sol, sigue oliendo a geranio fresco en sus ventanas, la gente sonríe aunque caigan chuzos de punta y puede que haya más alma y vida juntas que en todo el resto de esta urbe que huele a mar y arroz a banda. Por eso, porque su Cristo de los Gitanos (que también es el mío) ya no lo verá pasar por su lado o debajo, porque su pequeña, a la que adoraba, y que me recuerda a mi hermana, por ser un ángel de luz, lo recordará como era... porque a todos los que apadrinó, ayudó o sonrió a lo largo de su vida ya no verán su guiño socarrón en ese callejón que tanto le gustaba visitar ahora con su hijo (donde le recuerdo también indicándole, ya no sé si como padre o como torero? todo tipo de cosas), por todo eso y más, simplemente decirte, desde aquí, que aunque ahora lo de ser taurino parece un delito (vamos, que se queda corto el Holocausto ante la visión absolutamente tremenda que nos dan algunos...) yo, con todo el orgullo del mundo y a pesar de que alguno me tache de «primigenia» (que puede que lo sea, pero desde Mikonos hasta ahora hay que tener «un par» para hacer lo propio? es decir, delante del toro, digo...) te pido, Maestro, que desde arriba sigas sonriendo a la vida. Una vida, que aquí, en este Alicante que tiene que brillar más que nunca (si le dejan, claro...) seguirá disfrutando cada día de Hogueras pensando que el 24 te tocará salir al ruedo, una vez más, a ti y embargarnos el alma.