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Gerardo Muñoz

Encuentro de reyes

Al igual que el elefante moviéndose en el campo de batalla, el alfil negro se desplazó tres escaques en diagonal, para comerse el roque blanco, pero acto seguido cayó bajo el poder de la todopoderosa alferza blanca, que a su vez fue sorprendida por un caballero negro, que le arrebató así al ejército blanco su más poderosa pieza.

Jaime gruñó y Alfonso sonrió.

De 62 años de edad, Jaime I de Aragón nunca había logrado ganarle una partida de ajedrez a su yerno, pese a ser mucho mejor guerrero que él en la vida real (no en balde ostentaba el sobrenombre de Conquistador). De hecho, había tenido que sacarle las castañas del fuego con su ejército en más de una ocasión. Como aquella vez, seis años atrás, cuando su hija Violante le pidió que viniera a Alicante para ayudar a su esposo, que había perdido el reino de Murcia tras una sublevación musulmana apoyada por el rey de Granada. Capitaneado por el infante Pedro, hermano de Violante, el ejército aragonés recuperó el territorio murciano para la corona de Castilla.

Ciertamente Alfonso X de Castilla, de 48 años, no era tan buen guerrero como su suegro, pero era más inteligente (no en vano pasaría a la posteridad con el sobrenombre de Sabio). A los seis años ya había aprendido a jugar al ajedrez; un juego que le apasionaba tanto como para llevar 19 años redactando, junto con sus colaboradores, un libro que titularía «Juegos diversos de Axedrez, dados y tablas con sus explicaciones». En su palacio toledano tenía varios tableros y trebejos ricamente adornados (alfiles con forma de elefantes montados por soldados, caballeros con armadura subidos en monturas enjaezadas?), pero aquí, en Alicante, debía conformarse con el sencillo ajedrez que poseía su anfitrión, con piezas tan simples como cabezas equinas que representaban a los caballeros.

Junto con Violante, ambos reyes se encontraban en este año de 1270 hospedados en el palacete que ocupaban siempre que visitaban Alicante. Propiedad de Francisco Mingot, el edificio se levantaba al principio de la calle Mayor, cerca del muro, en la denominada Villa Nueva. En esta casa solía alojarse el rey castellano desde que conquistara la villa, casi siempre acompañado de su esposa; la misma que le era cedida al rey aragonés para hospedarse en sus frecuentes visitas a Alicante, como en 1264, cuando vino en auxilio de su yerno por la sublevación mudéjar, celebrando aquí la Navidad de aquel año.

No siempre las relaciones de ambos monarcas habían sido tan cordiales. Los reinos aragonés y castellano competían por los territorios conquistados a los musulmanes desde hacía mucho tiempo, siendo numerosos los enfrentamientos armados producidos entre ambos ejércitos. Estos conflictos procuraban ser solucionados mediante sucesivos tratados en los que se pactaba el reparto de tierras, castillos y poblaciones, pero estos acuerdos no solían ser respetados durante mucho tiempo.

Siendo todavía infante y en representación de su padre, Fernando III de Castilla, Alfonso firmó uno de aquellos tratados con Jaime I de Aragón en Almizra (Campo de Mirra), el 26 de marzo de 1244, fijándose la frontera sur castellano-aragonesa en la línea Biar-Villajoyosa. Para garantizar dicho pacto, se celebraron las bodas de Alfonso y su hermano Manuel con dos hijas de Jaime I, Violante y Constanza; si bien el compromiso matrimonial entre Alfonso y Violante ya había sido acordado cuatro años antes (cuando ella tenía 4 años).

No se sabe con certeza cuándo conquistó el aún infante Alfonso la villa de Alicante. Entre 1246 y 1249, según fuentes. En cualquier caso, fue en el verano de 1252 cuando vino por primera vez Alfonso a Alicante, en compañía de su joven esposa y ya como rey de Castilla, pues había sido coronado el 1 de junio de ese mismo año.

En aquel año de 1252 Alfonso X de Castilla otorgó diversos privilegios a la villa alicantina; nombró un Concejo Local, siendo sus principales cargos los de alcalde, juez, administrador y escribano (cuatro años después delegó la elección de dichos cargos en el propio Concejo); delimitó el alfoz o término municipal (que abarcaba los actuales municipios de Alicante, Agost, Monforte, Aspe, Elda, Novelda, Petrer, Busot, Aguas de Busot, Campello, Muchamiel, San Juan y San Vicente); repobló la villa con familias cristianas («Poblamos de christianos la vila de Alicant que ganamos de moros (?). Et poblámosla desta guisa de cavalleros fijosdalgo et de mercaderos et de homnes buenos de villas, honrrados, et de homnes sabidores de mar?»); y ordenó un repartimiento de tierras que encargó a los alcaldes García Vicent de Madrid y Durant de Plasencia, y a los jurisconsultos García Ferrandes de Varea y Bernalt Ferrer, que no obstante debió ser rehecho al cabo de seis años por no ser ecuánime, prohibiendo a partir de entonces que los propietarios vendieran o empeñaran las tierras en un plazo de cinco años.

Pero, además de gobernar, en aquel verano de 1252 Alfonso también cumplió con otro cometido que tenía pendiente desde que se casara tres años y medio antes.

Se dice que, a la sazón, Alfonso estaba pensando pedir la nulidad de su matrimonio con Violante porque no le daba descendencia. Existe incluso una leyenda según la cual pidió la mano de la princesa noruega Cristina como sustituta de Violante (lo cual no es cierto, aunque sí es verdad que pidió la mano de la hija del rey Haaken Haakonson, pero para su hermano Felipe, con quien se casó). También se ha especulado con la fealdad de Violante, motivo por el cual su marido apenas copulaba con ella.

Lo único cierto es que Violante tenía solo 12 años cuando se desposó con Alfonso. Una edad considerada entonces núbil, pero quizá demasiado prematura para gestar. En cambio, cuando se casaron, Alfonso ya tenía 27 años y tres hijos ilegítimos.

Algunos cronistas afirman que los monarcas se instalaron en una casona árabe que había en la ladera septentrional del Benacantil, en un hermoso llano en el que había un manantial, cuyo caudal era llevado al centro de la villa mediante un acueducto. Unos dicen que fue una recomendación médica, para que ella reposara, otros dicen que le gustaba bañarse en el mar. La cuestión es que al fin se quedó embarazada, motivo por el cual este llano pasó a conocerse como Plá del Bon Repós. Es posible que realmente se alojaran en este lugar, puesto que todavía era muy pronto para que los primeros caballeros cristianos que se afincaron en la villa pudieran tener construido ya algún palacete digno de alojar a los reyes. Pero, de todo ello, lo único que hay constancia real, por una carta que Violante remitió a su padre anunciándole la buena nueva, es que se quedó embarazada en Alicante, dando a luz a Berenguela al año siguiente y acabando así con la supuesta amenaza de ser repudiada.

No debía ser Violante tan fea, o si lo era algo debió encontrar su esposo en ella, por cuanto después de Berenguela la reina tuvo diez hijos más. Todos ellos antes de 1270, año en que, con 34 años de edad, se hallaba una vez más de visita en Alicante, junto a su marido y su padre. El motivo de aquella reunión familiar era tratar sobre la petición de alianza que había formulado el rey Ibn Al-Ahmar de Granada, en su lucha contra rebeldes musulmanes.

En aquel año de 1270 la villa alicantina se hallaba en pleno proceso de expansión, con la construcción de nuevas murallas que debían defender la llamada Villa Nueva (cuyas principales vías eran las actuales calles Mayor y Labradores), quedando la Villa Vieja como lugar donde residían los pocos musulmanes que todavía no se habían ido a las alquerías u otros lugares más alejados. Tan pocos quedaban, que ya no contaban con templos donde orar ni cementerios donde ser enterrados. La mezquita aljama había sido convertida en iglesia consagrada a la Virgen María de la Asunción, el cementerio aledaño había sido cristianizado y el otro cementerio musulmán, que había al aire libre cerca de la recién construida iglesia de San Nicolás (donde ahora está el hotel Amérigo), había sido vendido en 1264 a Pedro de Savardu.

Hace unos años, en los solares de la Puerta Ferrisa, fue encontrada una figura de caballo datada en la segunda mitad del siglo XIII o principio del XIV. De hueso tallado o de asta de cérvido, muy probablemente se trata de un trebejo o pieza de ajedrez.

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