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Javier Llopis

Tribuna

Javier Llopis

De espaldas a la autovía

Esta semana se han cumplido tres años de la apertura al tráfico del último tramo de la autovía central: el correspondiente al Barranc de la Batalla. El aniversario ha pasado prácticamente desapercibido, a pesar de que estamos hablando de una obra esperada en Alcoy durante más de 20 años, sobre la cual se había depositado un inmenso caudal de ilusiones. Estamos hablando de un verdadero hito histórico, ya que la finalización de esta gran infraestructura suponía la entrada de esta ciudad y de toda la comarca en el mapa de las comunicaciones modernas y la ruptura definitiva con siglos de aislamiento geográfico.

A la hora de hacer el balance de estos primeros 36 meses, hay que reconocer que las expectativas en materia de comunicaciones se han visto ampliamente cubiertas: el tiempo del viaje a Valencia o Alicante se ha reducido de forma considerable y el transporte de mercancías ha dejado de ser una pesadilla sometida a todo tipo de riesgos meteorológicos. A pesar de estas espectaculares mejoras, hay un aspecto de esta obra pública en el que hasta la fecha se han visto defraudadas todas las previsiones: se nos vendió la autovía central como un gran eje de prosperidad, como un elemento generador de actividad económica, que iba a provocar una gran transformación de nuestro entorno y la verdad es que transcurridos tres años, no se ha notado ningún cambio. El Alcoy de después de la autovía apenas sí se diferencia de la ciudad que utilizaba los dos carriles de la vieja Nacional 340.

Los tratados sobre planificación del territorio señalan que tras la apertura de una nueva vía de comunicación a su alrededor crecen habitualmente áreas industriales, zonas dedicadas a los servicios o a los usos residenciales. Se trata básicamente de aprovechar el potencial generado por una infraestructura, que contribuye a reducir las distancias y a mejorar las conexiones con el exterior. En el caso de Alcoy, no se ha cumplido ninguna de estas premisas y la autovía central no ha tenido ningún impacto sobre nuestro diseño urbanístico, ni sobre nuestros planes de desarrollo de futuro. Las gentes que cortan el bacalao en esta ciudad vienen reaccionando con un incomprensible desprecio ante las oportunidades que nos ofrece una obra, que ha supuesto la mayor inversión de dinero público recibida por estas comarcas a lo largo de toda su historia.

Queda claro que aquí nadie había planificado nada. A pesar de que el calendario para la puesta en marcha de los diferentes tramos de autovía era de dominio público, ninguna administración se tomó la molestia de programar con seriedad actuaciones para aprovechar el drástico cambio que se iba a producir en nuestras comunicaciones. Los gobiernos alcoyanos se vieron afectados por la misma enfermedad que infecta a todos los políticos españoles: creerse que las infraestructuras son una varita mágica, que genera desarrollo de forma automática, sin que nadie tenga que mover un dedo. Así les ha pasado a esos ilusos alcaldes que creían que con una estación de AVE su pueblo se iba a convertir en un emporio turístico o a esos presidentes de Diputación, que siguen esperando que su provincia se llene de aviones tras gastarse una millonada en la construcción de un aeropuerto.

Ni polígonos industriales (la Canal sigue siendo la eterna entelequia), ni áreas comerciales, ni nuevos espacios para vivienda. Ni siquiera la imprescindible conexión con el Hospital Comarcal y la zona de fábricas de Cotes Baixes. Los gobernantes alcoyanos le han dado la espalda a la autovía central y han descartado utilizar una herramienta magnífica, que podría jugar un papel fundamental en el diseño de una ciudad mejor. Nos hallamos ante una imperdonable demostración de falta de visión de futuro; ante una política miope, que puede hacer que Alcoy pierda una nueva oportunidad histórica.

Los diferentes gobiernos locales parecen empeñados en darles la razón a los cofrades de esa legión de agoreros, que afirman que para lo único que sirve la autovía central es para tener un camino más rápido para fugarse de Alcoy, en dirección a otros lugares del mundo con un futuro más prometedor.

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