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Ayer pudo escenificarse el primer pleno con las nuevas alianzas que se dibujan en el horizonte del Ayuntamiento de Alicante, entre otros, y de las Corts para la próxima legislatura si es que llegado el clímax no le sale el tiro por la culata a los artistas habituales, lo que, según encuestas calentitas, tiene visos. Queda por saber -aunque yo de ustedes apostaría- si fue la propia cúpula del pepé la que acordó con los de Rosa Díez que éstos propusieran la moción contra la presencia de imputados en candidaturas como parte del adelanto para futuras alianzas y, de esa manera, lograr debilitar al máximo a su propia alcaldesa con una ayudita desde el exterior. Todo es posible en este jálogüin.

Cuando Camps era un muerto viviente, planes de Sonia Castedo empezaron a tomar vuelo. Dado el resultado espectacular de las urnas, la energía con la que se prodigaba, ese carácter que Dios le ha dado y que tantas veces se ha vuelto en su contra, la pertenencia a la generación del relevo y el páramo en el que había quedado convertido el partido, la alcaldesa de Alicante empezó a entrar en más y más quinielas. Ella se lo creyó e, incluso, hizo algún pinito para sacar cabeza en Madrid. Pero, cuando se ha convertido en toda una celebridad, ha sido ahora. Estoy convencido de que debe tener propuestas a raudales para intervenir en todo tipo de citas televisivas, incluidas las más abyectas, aunque de momento ha optado por esa prudencia de la que ha carecido en multitud de terrenos y por la que ha pasado de ser un valor en alza a estar en la reserva activa. Mal negocio el suyo y peor para la ciudad que ha tenido que contemplar cómo su alcaldesa admite en un pleno que, dentro de seis meses, nadie podrá gobernar en las condiciones en que ella piensa seguir haciéndolo. Es para partirse si no fuera porque no tiene ninguna gracia.

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