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Jorge Olcina

Don Antonio, maestro

Antonio Gil Olcina merece el calificativo de «maestro» universitario. No todos los profesores tienen el privilegio del alcanzar ese grado, que queda reservado a las personas que dedican su vida por la causa de la investigación y la enseñanza de conocimientos. Un universitario en el sentido más noble de la palabra, que ha perseguido siempre la transmisión de la calidad académica en las aulas, la búsqueda de las causas últimas de los hechos geográficos en la investigación y la defensa de los valores de honradez y bien colectivo en la gestión. Don Antonio es uno de los pocos humanistas que nos quedan en el panorama universitario y de pensamiento actual de nuestro país. Una persona de enorme inteligencia y sabiduría, que ha trabajado siempre desde el respeto a las ideas de los demás pero con la convicción firme de que sólo el trabajo serio y bien hecho puede dar sentido a una vida académica de excelencia. Tuve la suerte de asistir a sus clases de Climatología, en mi etapa de formación universitaria, que marcaron mi vida académica para siempre. Son los años en que los profesores Gil Olcina y Alfredo Morales prestigian, tras su llegada a Alicante, la disciplina geográfica en la recién creada Universidad. Tras la realización de la tesis doctoral bajo su dirección, tuve también el privilegio de poder escribir con él un manual universitario sobre tiempo y clima que pronto se convirtió en una referencia básica para estudiosos de esta temática. Pero, por encima de todo, he tenido la suerte de aprender de él modos y maneras de «ser universitario» basados en la constancia, el empeño, el respeto y la honradez. Y éste es, tal vez, el mejor legado recibido del profesor Gil Olcina, que puedo presentar con satisfacción en mi trayectoria académica. En estos tiempos de zozobra del sistema público de enseñanza, al que se quiere imponer un absurdo criterio de rentabilidad económica ajeno al beneficio intangible de la formación de los ciudadanos, las lecciones de los maestros, -en palabras de George Steiner-, aquéllos que, como Don Antonio Gil Olcina, han dejado una vida defendiendo e intentando mejorar la esencia y gestión de una centenaria institución como la Universidad, resultan tan actuales y clarificadoras y nos ayudan a encontrar criterio racional.

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