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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Cuando Dios quiera

Considerar una conquista de la clase trabajadora el hecho de que te congelen los óvulos para que tengas los hijos después de jubilarte, es una locura. Sería más razonable que congelaran el trabajo hasta después de haber sacado adelante a los niños. No sé de dónde les ha venido la idea, lo cierto es que la congelación de proyectos vitales, siquiera en su sentido metafórico, está de moda. Hay gente que congela la idea de casarse, la de hacer un viaje, la ponerse a dieta, la de retomar los estudios, la de reconciliarse con papá... Podríamos afirmar que vivimos en una cultura de la congelación, del aplazamiento. Todo es ya para mañana, para el año próximo, para el lustro que viene, incluso para la siguiente reencarnación. La congelación de los óvulos implica que los abuelos de esos óvulos no llegarán a conocer a sus nietos. No importa, en vez de cuidar de los nietos, pueden dedicarse al cuidado de los óvulos. Ya se sabe: vigilar que la temperatura permanezca estable. De ese modo, los huevos podrán tenerse en casa y no en el frigorífico de un frío hospital.

La clase obrera lleva una temporada increíble de conquistas inversas. No hay más que asomarse a la reforma laboral, que según Rajoy ha producido beneficios sin cuento, para darse cuenta de ello. Pero lo de la congelación de los óvulos supera todas las expectativas sindicales. Congelar los óvulos viene a ser como congelar la vida. Como si de repente dijéramos: quietos todos, que nadie se mueva, las manos sobre la nuca y los pies separados. Se trata de una postura en la que no puedes ni pensar porque a los cinco minutos te duele todo el cuerpo. Pues en esa posición estamos desde hace meses, por no decir años. Para que no nos aburramos, nos leen los derechos de Blesa y compañía. Tienen derecho, por ejemplo, a que el juez que se atreva a meterles mano sea separado ipso facto de la judicatura.

Ahí está Elpidio Silva, que se atrevió a encarcelar al amigo de Aznar. Ahí tienen a Garzón, que le metió el dedo en el ojo a la Gürtel. Todos los delincuentes de guante blanco tienen congelada su entrada en prisión (Fabra, el del aeropuerto, también). Ingresarán cuando decidamos introducir en la probeta los óvulos congelados de usted. ¿Y eso cuándo será? Cuando Dios quiera.

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