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Francisco Esquivel

La sustancia

Tras la amenaza del ébola, reaparece Évole. Esto es un sinvivir. El reportero no ha tenido mejor idea que bajarse al líder independentista de verdad a compartir sobremesa en una casa sevillana donde dio buena cuenta del cocido y la pringá, comiéndoselo todo. Tras paladear garbanzos, carne, chorizo, tocino y morcilla, resultó muy simpático escucharle que no recordaba inversión alguna del Estado en Cataluña y es que, la contundencia de lo deglutido, reclama un considerable riego de notable cosecha. La matriarca promovió a distancia que el que tirara de caldos gallegos fuese el mismo que viste y calza al insistir Eugenia en que algo tendría que haber hecho Mariano para que la cosa no se salga de madre. Sí, sí, pero con jabón Rosil.

No se preocupe, señora, que el ínclito lo tiene todo calculado. Cuanto menos puentes se tiendan, más se caldeará el conflicto y, el que venga detrás, que arree. Es lo que conlleva tanta altura de miras. Y dado que él y su Guardia de Corps se alegraron del resultado escocés, hay que recordar que, cuando los sondeos dieron la vuelta a favor del sí, Reino Unido dejó que saliera a toda leche del trastero el laborista escocés y exinquilino de Downing Street, Gordon Brown, que, con tales credenciales, es de los pocos que puede presentarse ante los paisanos y decirles: «El voto de mañana no es sobre si Escocia es una nación. Lo es ayer, hoy y mañana. Digámoselo a los indecisos, a los que dudan, a los que no saben qué votar. Digámosles lo que hemos conseguido juntos».

Con su plaga a cuestas, el reducto periodístico que representa el Évole televisivo colocó al Ejecutivo ante el espejo al propiciar que unos cuantos del Sur se quedaran a gusto y que Junqueras se sintiera tan relajado en tierra extraña que incluso echó de menos una buena siesta. Mariano, desde su edén, no.

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