Alicante ha tocado fondo. La afirmación parece alarmista, pero basta repasar la actualidad local, en cualquiera de sus aspectos, para percibir un estado de postración. La ilusión y el empuje brillan por su ausencia en una ciudad que ha ido perdiendo pulso por las corruptelas, la falta de identidad y, sobre todo, la mediocridad sin límites de sus grupos dirigentes. CAM, Brugal, Rabassa? son referencias que jalonan una evolución de la que nadie se responsabilizará, ni siquiera a efectos históricos, porque la cobardía también es propia de los mediocres.

Los salvadores de todo tipo son unos embaucadores. Durante los próximos meses, nos abrumarán con propuestas pergeñadas en unos programas cuyos términos a menudo son intercambiables. El problema no radica en las palabras, sino en las personas capaces de convertirlas en realidades. Y esas personas, que las hay en Alicante, suelen estar alejadas de unas endogámicas organizaciones políticas donde el mérito profesional o intelectual y la competencia apenas cuentan. El problema, en definitiva, es de materia gris para levantar una ciudad carente de gestores honestos, referentes de prestigio y líderes capaces de aunar voluntades más allá de unas siglas.

La mediocridad es contagiosa y afecta a individuos que se creen a salvo por estar en «el otro bando». Sus síntomas pueden ser el tactismo, las interminables disputas por el protagonismo, las ambiciones no confesables, la férrea voluntad de rechazar a los mejores para colocar a los afines y otras manifestaciones de una endogamia que aburre y desalienta al observador.

Frente a esta situación, sólo cabe abrir las puertas, dialogar con «el otro», buscar a los competentes, aunar voluntades y converger en un proyecto capaz de devolver la ilusión a quienes apostamos por un Alicante más solidario, justo y honesto. La tarea no puede ser privativa de unas siglas. La postración de la ciudad sólo es equiparable a su deuda municipal y, por lo tanto, habrá que sumar muchas y diferentes voluntades para iniciar un cambio tan necesario como el agua.

La oposición afronta un reto. Si quienes reclaman una política alternativa al actual PP-PSOE alicantino, incluso dentro del PSOE, son incapaces de aunar fuerzas habrán dado una muestra de su incompetencia. Antes o después de las elecciones municipales será preciso llegar a acuerdos para levantar esta ciudad. La diferencia radica en que, si hay un previo proceso de convergencia y una candidatura unitaria, muchos ciudadanos que ahora permanecen en sus casas encontrarán un motivo para confiar, participar y votar.

Yo apuesto por la iniciativa de Guanyem Alacant, que anda a la búsqueda del apoyo ciudadano para dialogar y converger. Tal vez esté equivocado y es posible que haya otras alternativas. De acuerdo; pero si somos incapaces de juntar todas nuestras escasas y dispersas fuerzas, ¿cómo podemos pretender la transformación de una ciudad endeudada y postrada? Merece la pena dialogar para converger porque, si hacemos realidad este proyecto, muchos escépticos, hartos e indignados se sumarán. Y ahí, posiblemente, encontraremos la materia gris para sacudirnos la pesadilla de la actual mediocridad. Una firma o cualquier muestra de apoyo pueden servir para ganar Alicante y devolverla a la mayoría social. La resignación, por el contrario, asegura el desenlace: más de lo mismo.