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Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

1914 (III): Noticias de la gran guerra

Las noticias sobre la Gran Guerra fueron ocupando paulatinamente más papel en los diarios alicantinos, hasta encabezar las portadas con titulares tales como «La conflagración internacional», «La barbarie en la culta Europa», «La tragedia europea»… Un ejemplo de la evolución de los mismos lo encontramos en La Voz de Alicante: «La situación se agrava», «La gravedad aumenta», «Continúa la gravedad», «La guerra europea».

Corresponsales de guerra

Dependientes de agencias y corresponsales madrileños, que a su vez se suministraban de agencias extranjeras, muy pocos periódicos alicantinos tenían posibilidades de contar con corresponsales propios. El republicano El Luchador aprovechó su hermanamiento con el valenciano El Pueblo, para publicar dos artículos del fundador de éste, Vicente Blasco Ibáñez, escritos en París.

Diario de Alicante fue el único que envió corresponsales propios al frente europeo, además de recibir colaboraciones de periodistas que se hallaban en Bélgica y Francia, como José María de Molina. «En París primero y luego en los mismos lugares de la guerra, un alicantino cultísimo y prestigioso que se oculta tras el seudónimo “Tarso” nos remitirá crónicas sugestivas e informaciones telegráficas», anunciaba el 3 de agosto. Aunque mucho más prolífico y activo fue el corresponsal que se hacía llamar «El Duende de la Colegiata». Desde finales de noviembre envió varias crónicas escritas en las trincheras y lugares donde se libraban grandes combates: Armentieres, Dunquerque, Lille… El Diario lo presentó así: «…Nadie sabía por dónde andaba este periodista misterioso de temple osado. Hace poco, surgió en Constantinopla, pasó luego a Italia; ahora está en los campos sangrientos de la guerra (…). Periodistas de gran fama que la Prensa de Madrid envió a los teatros oriental y occidental de operaciones, fracasaron en su intento. “El Duende” entró en ellos vencedor. Su dominio del inglés, del francés, del alemán, del árabe, del ruso, de otros idiomas, le ha abierto paso…» (23 noviembre).

Noticias confusas

Muchas de las noticias que fueron publicadas durante los primeros meses de guerra eran contradictorias o no fueron confirmadas; otras eran tan sospechosamente falsas, que los propios diarios advertían que podrían tratarse de «canards» (noticias falsas). No pocas eran tan exageradas y absurdas, que resultaban bochornosas. Los periódicos justificaron tal confusión reconociendo que no tenían medios para contrastar las noticias, puesto que casi todas procedían de uno de los bandos beligerantes: agencias francesas e inglesas que sufrían la censura de sus respectivos gobiernos y que resultaban, por tanto, sospechosas, cuando no claramente tendenciosas. «El único medio de comunicación directa con Alemania era el cable de Vigo, y está inutilizado» (Alicante Obrero, 10 agosto). Para que los lectores juzgaran con conocimiento de causa, casi todos los periódicos señalaban el punto de origen de las noticias.

Una de aquellas noticias falsas fue la que informaba de que el famoso actor francés Max Linder había muerto en la batalla del Aisne, si bien en este caso estaba en parte justificada ya que realmente había sido gravemente herido.

Neutralidad y preferencias

Las autoridades provinciales pidieron a la prensa que respetara la neutralidad que había decretado el Gobierno español, y así lo acataron oficialmente los periódicos. Pero sus simpatías afloraron muy pronto. Algunos, como Diario de Alicante, «Heraldo de Alicante» y La Unión Democrática se declararon abiertamente aliadófilos; mientras que otros, como La Voz de Alicante, La Lealtad y El Correo se manifestaron germanófilos. Como en el resto de España, los periódicos conservadores eran germanófilos y los demás, aliadófilos.

Editoriales contra la guerra

Pero todos se declararon, de una forma u otra, contrarios a la guerra: «El destino nos ha colocado en uno de esos momentos en que el mundo moral cruje, estalla, y en sus abismos se precipita una humanidad atacada de vértigo destructor», decía el editor de La Lealtad el 24 de agosto. Pero quizás el editorial más interesante sea el aparecido el primer día de ese mes en Diario de Alicante, cuando todavía no se había extendido la guerra por casi toda Europa:

«…Asistimos a uno de los momentos históricos más trascendentales que hayan visto los siglos y ante la magnitud de los gravísimos acontecimientos próximos a desarrollarse, es imposible prever los resultados (…). Los hombres de nuestro siglo nos considerábamos completamente alejados de esas luchas fratricidas. Aceptábamos como un hecho consumado, como un convencionalismo más de los que pesan sobre la actual civilización, el mantenimiento de la paz armada, pero a condición de que los terribles armamentos sirviesen únicamente para demostrar, en maniobras militares y navales, el poder del Estado que los poseía.

»Hijos de nuestra época, nos considerábamos situados en el centro de la historia (…) y apoyándonos en el principio de nuestra civilización esencialmente humanitaria, juzgábamos las luchas de épocas anteriores con la firme creencia de que su repetición era imposible (…). Pero la realidad ha destruido una vez más nuestras ilusiones (…).

»En medio del general naufragio una sola idea nos consuela y nos llena de orgullo; asistimos (…) a la última de las luchas sangrientas. Vamos a presenciar la lucha definitiva. Si estalla la guerra europea, esta ha de cambiar, indefectiblemente, la faz del mundo.

»Es la lucha final».

Morbosa expectación

La mayoría de los periódicos exponían en pizarras colocadas en las puertas de sus redacciones las noticias que acababan de llegar y que todavía no habían impreso. Y los alicantinos se apelotonaban enseguida para leerlas con fruición. «Con ansiedad febril coge el público la prensa, y devora sus páginas con un interés tan intenso, que jamás en la vida de los pueblos ocurrió suceso alguno que tan á lo íntimo le llegase…», contaba Defensor de Alicante el 7 de agosto. Y esta ansiedad alcanzó su cénit al mes siguiente, cuando diariamente llegaban noticias sobre grandes combates en los que perecían miles y miles de hombres, aunque para entonces los alicantinos ya estaban acostumbrados a tanta muerte, según advertía La Lealtad el 17 de septiembre:

«En un principio de la guerra (…) fijábase exclusivamente nuestra atención, con repugnancia y dolor, en el número de bajas. Pero ya hoy, habituados a la considerable suma de éstas, dijéramos que ebrios de sangre, rápida y pasivamente, no nos interesa la muerte: la victoria, el triunfo definitivo es lo que nos subyuga, como inspirados en un instintivo anhelo belicoso. Europa es una plaza de toros donde los neutrales se solazan en la fiesta bárbara.

»Hemos dibujado, como peritos estratégicos, los movimientos militares sobre la mesa cafetil; constantemente consultamos mapas geográficos; discutimos acaloradamente sobre las probabilidades y adversidades de ambas naciones guerreras, y, cuando si por rara vez, en un instante de reposo, pretendemos formar juicios nobles, imparcial y serenamente, nuestro propósito no alcanza más allá de una pretensión, y de tanto pensar y entrever, sólo ganamos más ánimos para proseguir en nuestros entusiasmos bélicos. Ha arraigado esto de tal forma, tan íntimamente en nosotros, que ya más que una preocupación es un placer del que no podemos sustraernos…»

Con tanto interés seguían los alicantinos la Gran Guerra, que parecía no bastar la docena de periódicos que salían a diario. Así, Diario de Alicante denunció la venta callejera e ilícita de una «hoja impresa dando informaciones de refrito», titulada «Diario de la guerra», que los vendedores voceaban solo como «Diario», confundiendo así a los posibles compradores.

Publicidad oportunista

Más legales pero no menos avispados eran quienes aprovechaban el entusiasmo bélico de los alicantinos, para venderles mediante anuncios periodísticos un «Diccionario de la guerra» (por giro postal a la dirección madrileña del autor, Lorenzo García Huete) o una prematura «Historia de la Guerra Europea de 1914», de Vicente Blasco Ibáñez, en fascículos semanales a 50 céntimos cada uno.

También había anuncios mucho menos cultos pero que eran oportunamente intercalados entre las noticias sobre la guerra:

«La paz en Europa no será un hecho mientras no se decidan todos los gobiernos á hacer una ley obligando á cada ciudadano á consumir diariamente un SIFON SODA VICHY, de los fabricados en la Plaza de Isabel II, núm. 15…»

«¡GUERRA, sí, guerra á los mosquitos que impiden la placidez del sueño! Use usted el Insecticida Pereat y también destruirá chinches, pulgas, cucarachas y polillas. En la Ferretería Ferrocarril…»

«Ha sido una lástima que los indómitos germanos hayan destruido la hermosísima catedral de Reims, joya inapreciable del arte gótico, pero es más lamentable que un forastero se marche de Alicante sin visitar la Platería que, en la calle Mayor número 5, tiene establecido nuestro querido amigo don Francisco Ortiz…»

Pero, según pasaron los meses, la guerra dejó de ser una novedad y empezó a decaer el interés por la misma entre los alicantinos: «…la guerra europea, ese conflicto internacional que al principio despertó tanto entusiasmo y fue motivo de tantas y tantas apasionadas discusiones entre la gente de todas clases, va perdiendo interés para todos, para todos los españoles, se entiende…» (Correo, 25 octubre).

www.gerardomunoz.com

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