En realidad el título de esta colaboración tendría que ser Todos a la cárcel, pero eso continúa siendo una utopía a finales de 2014. Y esto es así porque, a pesar de tanto caso de corrupción, parece ser que ningún partido político ni sindicato esté libre de pecado. Ni la misma Iglesia, entretenida con otros escándalos, tiene ahora con fuerza moral de encabezar una manifestación, como hiciera en otros tiempos, con una pancarta bajo el sugestivo título de «Contra la corrupción: cárcel». Quizás el ascendente y virginal partido Podemos podría tener la iniciativa y el empuje suficiente para poner a la gente en la calle como sucedió en su día ante los asesinatos de ETA o la guerra de Iraq.

Nos encontramos metidos en una espiral o noria de corrupción que va engulléndolo sucesivamente todo ante nuestra mirada atónita: un rey cazador en Botsuana en plena crisis económica, una princesa que no sabe cómo entra el dinero en su casa, los ERE en Andalucía, el caso Pujol y compañía, las tarjetas opacas, etcétera, y, por supuesto, el escándalo de medio colectivo de pensionistas dando de comer a todo el conjunto de parados y de jóvenes sin empleo que puebla este país. Porque, todo hay que decirlo, si no el Nobel de la Paz, al menos el de la Concordia en España, sin dudas se lo merece el colectivo de pensionistas españoles, que sabe de economía más que muchos ministros doctorados en la London School of Economics.

En estos momentos, a escaso medio año de elecciones locales y autonómicas y a uno de las generales, formamos parte de una turbamulta desnortada en busca de alguien que no solo vea la luz al final del túnel, sino que realmente lo sea. Porque lo cierto es que, a pesar de tanto augurio positivo, nos encontramos mucho peor que los israelitas dirigidos por Moisés, ya que al menos aquellos solo tenían que recoger el maná sin más dolores de cabeza. Ha llegado, pues, la hora de decir basta a quienes hacen política amparando a los corruptos, y hacen invisibles e ignoran a los que pasan hambre y a duras penas llegan a fin de mes. No olvidemos que algunos de los que roban una barra de pan, dan con sus huesos en la cárcel. Y esto produce cierto resquemor un día y otro.

¿No observan una sombra social, cada vez más alargada, a medida que se acercan las elecciones, mientras se va caldeando el ambiente y un escándalo hace sombra al anterior y lo eclipsa? ¿A quién le quita el sueño estos días el pulso soberanista catalán cuando las tarjetas opacas se han adueñado de todo espacio? ¿Quién se acuerda de la legionela ahora que el ébola llama a nuestra puerta? Y mientras Cañete ufano aprueba el examen europeo y su ego sale reforzado, Rajoy aparta a la pobre Mato de su tarea, porque en las tragedias alguien debe morir.

Afortunadamente la noticia del Nobel de la Paz a Malala y Kailash mantiene viva a la humanidad, le da aliento y esperanza, y promueve la filosofía de que el conocimiento, que se adquiere sobre todo en las escuelas, es la única hoja de ruta válida para cambiar la vida de las personas. ¡Enhorabuena!