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Javier Llopis

Opinión

Javier Llopis

Daños colaterales

Es otra historia valenciana. Otro de esos relatos vergonzosos de sobrecostes, de corrupción, de facturas falsas y de políticos incompetentes con los que esta comunidad autónoma está llenando las páginas de los periódicos de toda España. Las irregularidades aparecidas en torno a la ampliación de la Feria Valencia se han convertido en un tema de actualidad, después de que un informe de la Generalitat detectara en este organismo un agujero contable de más de mil millones de euros y una larga serie de actuaciones sospechosas, que ya han sido puestas en manos de la justicia. El escándalo está siguiendo los cauces habituales de los innumerables escándalos que genera la Comunitat Valenciana: la denuncia de las primeras anomalías se ve seguida de nuevos detalles sobre el desastre en la gestión de esta institución, después se abre un violento debate sobre las responsabilidades políticas y al final, el asunto queda en manos de un juzgado, que con su acostumbrada lentitud decidirá si se ha incumplido o no la legalidad.

Hasta aquí todo «normal». Para los habitantes de Alcoy y de la comarca, el caso no pasaría de ser una mera anécdota autonómica; un número más en esa interminable lista de «pastissots» malolientes que se han guisado en la capital del Regne; una nueva mangalocha, que dejará un rastro de chicos listos con el riñón bien forrado y una Administración autonómica un poquito más arruinada, ya que digan lo que digan será el Consell el que acabe pagando los platos rotos. Sin embargo, conviene recordar que este proceso lleno de zonas oscuras y de puntos dudosos se ha llevado por delante algo que fue durante décadas una de las principales armas para la promoción económica de estas comarcas: la Feria Textilhogar. El certamen de textiles del hogar y decoración surgía en 1969, como una iniciativa conjunta de los empresarios del sector en las comarcas de l'Alcoià, El Comtat y la Vall d'Albaida. Agarrotada por una fortísima crisis, esta industria protagonizó una valiente reinvención y consiguió un importante éxito a través de este subsector textil, que le permitió resucitar, crear miles de puestos de trabajo y actuar como la locomotora de un espectacular despegue económico de toda la zona. Desde un principio, se tuvo muy claro que este esfuerzo de renovación tenía que tener algún tipo de escaparate internacional a través de una feria. Aunque inicialmente se pensó en hacer el certamen en Alcoy, finalmente se optó por llevarlo a Valencia, buscando mejores comunicaciones. Durante casi cuarenta años, Textilhogar marcó el pulso de estas comarcas industriales, reflejando los momentos de bonanzas y las épocas de apreturas económicas. Los empresarios de la zona participaban masivamente en el certamen valenciano, en el que se marcaban las pautas del año para el pujante sector textil. Toreando las perpetuas crisis, las industrias captaban nuevos clientes y abrían nuevos mercados, aprovechando el trampolín que les daba una feria perfectamente consolidada.

Esta situación de normalidad se prolongó hasta que en la Comunitat Valenciana se desató esa extraña locura política, que nos ha convertido en un ejemplo internacional de corrupción y desgobierno. Como apuntan ahora las crónicas periodísticas, Feria Valencia fue también escenario de esa letal epidemia de despilfarro, de nombramientos políticos de gestores incapaces, de saqueo de dinero público y de decisiones disparatadas. Textilhogar fue una de las primeras víctimas de los nuevos tiempos, cuando la dirección del certamen decidió suprimir el encuentro textil y disolverlo en medio de una gran cita, Hábitat, dedicada a todo tipo de artículos relacionados con la casa. Las consecuencias de este acto irresponsable fueron las previstas: los empresarios de la comarca le dieron la espalda de forma sistemática a una feria en la que les había tocado un triste papel de figurantes y que no les aportaba ningún beneficio comercial.

En medio de una de las peores crisis de su historia, el textil valenciano pierde su principal instrumento de promoción. En vez de apoyar a un sector industrial en dificultades, las instituciones parecen empeñadas en pisarle la cabeza para que no salga del agujero. Es un extraño concepto de la reactivación económica. Es otra historia valenciana, en la que hemos tenido la desgracia de cargar con los daños colaterales.

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