Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El concejal de Esquerra Unida, que a finales de julio confesó en público sus ganas de ametrallar a Bisbal, ha dimitido. Algo es algo.

Ahora bien, le ha costado. Y no se crean que lo ha hecho convencido de que una cabecita como la suya no es la más adecuada para representar a un sector de la población, en absoluto. Nada más alejado de la realidad. Ha aprovechado la caída del guindo para disparar -es lo que al parecer le pirra- contra todo lo que se mueve. «No me he sentido respaldado por mis compañeros -ha advertido- desde que entré al Ayuntamiento en 2011». O sea, que ha aguantado un montón más de lo que imaginábamos. Por muchos tiros que llevemos dados, no deja de sorprender el modo en que hasta esta plebe en la que se supone que el peso ideológico y la coherencia forman parte de su bandera, se aferra al cargo aún a sabiendas de que es un sinsentido cuando admiten haberse visto tan abandonados como Casillas cuando se lesionó.

Pero, aquí, los lesionados son siempre los mismos. De ahí que una inmensa mayoría de votantes anden ya para el arrastre. Porque la formación a la que pertenece el gachó ha respondido a su baja con un comunicado que deja a la opinión pública más patidifusa todavía si es que ello es posible. Tras la metralla recibida por parte del dimisionario, el consejo político local de la agrupación ha dicho que «el colectivo lamenta y respeta profundamente la decisión. Asimismo quiere agradecer la importante labor institucional realizada», mientras que la coordinadora de la misma ha ido más allá al afirmar «esperemos que vuelva». No es sencillo entender el juego, puesto que el que no sabemos si regresará discrepa del rumbo actual ya que, según él, los suyos deberían tener un «prisma más antisistema». Bueno, de momento se ha ido. El problema ahora es para Bisbal.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats