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Antonio Sempere

Diagnóstico

Nos gusta la tele. Mucho. Pero qué pereza nos da la nueva temporada. Celebramos que el medio vaya muy bien, contradiciendo los vaticinios de quienes indicaban que en los tiempos de Internet la tele tenía los días contados. Los españoles continúan consumiendo, de promedio, 244 minutos diarios de televisión (lo decía el anuario de la SGAE). Se dice pronto. El negocio, pues, sigue vivito y coleando. El duopolio de las privadas puede seguir frotándose las manos.

Puesto que las cosas marchan tan bien, permítaseme el desahogo. Qué hartazgo de contenidos clónicos, de series cobardicas, de telebasura enlatada con plantilla. Como pueden suponer, a mí me alegra cantidad que la gente espere la ficción nacional como agua de mayo. Lo celebro por la gente de la profesión, por los adorables actores y por quienes trabajan en las productoras, que aunque alcen la voz en los medios, muchas veces con más razón que un santo, nunca han trabajado tanto y tan seguido como ahora. Pero, entre nosotros, que todo el festín preparado para el «prime time» de La 1 consista en ver nuevos episodios de Águila Roja, Isabel y Cuéntame cómo pasó, como que sabe a bien poco. Eso por no hablar de las privadas. Con la mano en el corazón, a mí que me importan y que me aportan las tramas de Vivo cantando, Velvet o el Chiringuito de Pepe. Ay, por cierto, qué dolor ver a Blanca Portillo en el Chiringuito.

Porque mi pregunta es: ¿dónde están los «Crematorios» del 2015? ¿Dónde los Qué fue de Jorge Sanz? ¿Qué ha pasado con la televisión imaginativa, el riesgo, la innovación? ¿Cómo sacia la televisión actual el ansia del espectador formado e inteligente? Pero si incluso mi cadena de cabecera, La 2, que debería ser punta de lanza y de vanguardia, está como adormecida. Qué pereza de nueva temporada.

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