Bailaora, bailarina y coreógrafa. Tres es una. La cordobesa Olga Pericet ha obtenido destacados reconocimientos y supone uno de los focos de innovación de la escena flamenca. La danza española, además, y el ballet clásico anidan en su arte y lo expresa con mucha energía y depurada técnica. La tradición y la renovación componen su modo de entender el baile flamenco y ambas cosas se unen en su personalidad. No es difícil verlo en sus trabajos. De una pieza es su segundo montaje como solista, lo estrenó en 2012 y está compuesto por pedazos creativos de un pequeño puzzle con sus novedosas formas. Coreografías con la disposición de irlas actualizando. La ortodoxia, por eso, deriva hacia nuevos caminos de reinvención. No obstante, la búsqueda de un lenguaje propio, que rompe moldes hasta cierto punto, sólo logra verdadera brillantez y alguna relevancia en ocasiones. Mucho cante y zapateo. Los brazos y los giros de Olga Pericet tienen una vigorosa intensidad, y la guitarra de Antonia Jiménez y las voces de Miguel Lavi y José Ángel Carmona sintonizan con ella plenamente. Así lo comprobaron los numerosos espectadores que acudieron el martes al coliseo alicantino. Puede verse una tímida concepción teatral que apunta poco en este sencillo espectáculo con insuficiente empaque y sin la categoría de lo mejor del género. Ahora bien, muchas líneas quedan dibujadas con los valerosos trazos de Olga Pericet. No está sola del todo agitando la cintura, el mantón y las distintas partes de su físico. La colaboración especial de Juan Amaya «Pelón» tiene minutos de gloria con su baile racial, visiblemente tosco, y sus arrebatos. La afición, sea como fuere, quedó seducida y aplaudió mucho. Olga Pericet sabe que el flamenco necesita un empujón y más apoyos para seguir adelante. Sabemos que esta disciplina goza de mayor demanda fuera. Aun así, hemos de subrayar el talento y la buena situación de este viejo arte andaluz en España. Pericet significa una nueva luz que seguirá evolucionando en el universo de la sangre flamenca.
