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Antonio Sempere

A vueltas con el valenciano

Imagino cómo se sienten mis amigos de Alcoy, Petrer o Novelda con la situación en la que se encuentra el valenciano en Alicante. No me extraña que los que llevan la lengua en la sangre salgan pitando hacia Barcelona en cuanto tienen ocasión. Si hasta a un villenero como yo hace daño la supina indiferencia con la que se trata a la lengua autóctona.

Corroboré de primera mano cómo esa lengua que descubrí de un modo tardío en mi instituto (rodeado por riguroso orden de lista por Semperes de Bañeres, Castalla, Onil, Beneixama, Cañada y Biar), volvía a convertirse en la capital en una asignatura más que en una lengua viva. En un asunto de méritos a la hora de establecer baremos en instancias oficiales, y poco más. Lejos de mejorar, 35 años después la situación ha empeorado bastante. Un ejemplo entre mil. La única función ofrecida en lengua valenciana en el Teatro Principal durante el primer semestre de este 2014 registró 60 espectadores.

Cuando en 1989 se creó la RTVV, sus responsables tiraron por la calle de en medio, y en ningún momento quisieron saber en qué país vivían y a qué público se dirigían. Hace veinte años justos, y durante dos temporadas, asistí como colaborador a las tertulias del único programa cultural de la parrilla de la programación de Canal 9. Siempre me llamó la atención cómo ni en ese ni en ningún otro programa los presentadores de la casa podían cambiar de registro y pasarse al castellano mientras el piloto rojo estuviese encendido.

Durante sus 24 años de emisiones, quienes mandaron en la televisión autonómica no entendieron que para vertebrar la Comunidad, y para convertirse en medio de comunicación público y de proximidad, tan necesario y reivindicable, no valía esta estrategia. Los resultados fueron elocuentes. Tanto Punt 2 como Nou 24 (canales 100% en valenciano) nacieron y murieron con un «cero técnico» en audiencia. En el furgón de cola de todas las televisiones públicas del Estado.

Argumentarán mis detractores que estos datos hablan con más elocuencia todavía de la necesidad de una televisión al 100% en lengua vernácula. Humildemente, no creo que sea el camino a seguir. Y lo deberían tener en cuenta los impulsores de esa nueva televisión que debe nacer la próxima legislatura. Claro que hace falta una televisión pública de proximidad y de calidad. Una televisión que no incurra en los errores pasados. Asuntos lingüísticos incluidos, por más que parezcan políticamente incorrectos. ¿Por qué castellano y valenciano no pueden cohabitar en los informativos con total naturalidad? ¿Por qué los espectadores de Torrevieja, Orihuela, Elda o Alicante no tienen derecho a recibir información en su lengua materna? ¿Y por qué sus redactores y trabajadores, ante las cámaras, no se pueden pasar de una lengua a otra como lo hacen cuando no están en el aire?

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