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A unos turistas se les ocurrió iniciar su recorrido de visitas mañaneras por Alicante entrando al Ayuntamiento y un grupo de manifestantes aprovechó la circunstancia para burlar el marcaje policial e introducirse en el recinto a proclamar consignas en sintonía con las vitoreadas en la plaza diciéndole a la alcaldesa de todo menos bonita. En el salón de plenos se exponían mientras tanto los trazos futuros por parte de los representantes vecinales, con Castedo embravecida ante los proyectiles de la oposición y destapando que una edil socialista se fue de gañote a visitar Ribera de Duero por lo que le espetó un castizo «Manolete -será porque la por ella encausada se llama Loles-, si no sabes torear, p´a que te metes». Además, los partidarios de la hiperimputada la arroparon con el estilo propio de estos encuentros de juegos florales llamando «perroflauta que no se lava» al portavoz de Esquerra Unida. En fin, que este es el plan. Sí, en general, puesto que otro no hay.

Llegados a tal extremo vamos a preocuparnos, pues, de lo importante. De los turistas, claro. Porque las pernoctaciones hoteleras de españoles crecieron por esta franja nuestra en agost0 apenas un 1% frente al 4% de extranjeros. Y la previsión de un incremento del 30 por ciento en la llegada de rusos parece que se va al traste tras el frenazo a las operaciones del mayorista Versa y la onda expansiva propiciada por la crisis de Crimea. De Hong Kong tampoco será fácil que venga alguien debido a lo distraídos que andan.

Pero el dato más significativo viene dado en este terreno porque la estancia media en los hoteles del contorno ha pasado de situarse en 10 días con picos de 15 a descender esta temporada a 3,8 días, la cifra más baja registrada en los últimos veinte años. Tras percatarse de lo que sucede en el entorno, lo extraño, francamente, es que aguanten tantos.

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