Hoy como ayer. En 1975 el sistema franquista aguantó artificialmente a Franco con vida para que les diera tiempo a preparar la estrategia de transición con la que -como dijo Lampedusa- algo cambiara para que no cambiara nada. La fuerza de la calle les impidió salirse del todo con lo que pretendían. Aun así consiguieron muchos de sus objetivos: que aquellos que más se habían destacado por la lucha antifranquista quedaran marginados, que la amnistía les ayudara a la mayoría a salir impunes y, a más largo plazo, revisar y reescribir la historia para edulcorar la amargura y para hacer en parte protagonistas del cambio a los que en realidad actuaron arrastrados por las circunstancias o incluso habían colaborado con la dictadura y se habían beneficiado de ella. El 20 de noviembre se dio el pistoletazo de salida para que empezaran casi todos a negar -tres veces si hacía falta como San Pedro- su franquismo. Si era imposible negarlo entonces se intentó generalizar -«al fin y al cabo todos hemos estado en lo mismo€, yo no sabía lo que pasaba€»-, y empezó el proceso rápido de reconversión democrática.

Hoy, con el mismo apellido ocupando todas las noticias de Alicante, hago un ejercicio de memoria y veo la similitud del recorrido que los implicados han diseñado.

La aprobación del Plan Rabasa con el apoyo socialista no fue el principio, fue la puesta en evidencia de lo que hacía años venía ocurriendo. Muchos podrían contar sus experiencias de aquellos tiempos. Por mi parte aún recuerdo el estupor que me produjo que mi propio partido -quienes lo dirigían- saliera en defensa del PP ante mi trabajo de oposición sobre la gestión económica del área municipal de cultura, desautorizándome y llegando incluso a no dejarme defender en el pleno municipal una comisión de investigación que había solicitado. Curiosamente, algunos de los implicados aparecen en las conversaciones tan de actualidad.

También recuerdo con amargura cada vez que paso por el Teatro Principal que los representantes del grupo municipal socialista dieron el sí a destrozar el edificio del Gobierno Militar. ¿Alguien recuerda que Pablo Rosser y yo misma fuimos desautorizados públicamente por oponernos a este atentado irreparable, que desencadenó su dimisión? Tiempo después, el diario INFORMACIÓN publicó un artículo de investigación en el que se destapaban los pases del edificio y los protagonistas que estaban detrás de la propiedad, algunos de cuyos nombres hoy están de plena actualidad. Podría seguir enumerando hechos e incluso aportando nombres propios pero no lo creo necesario para la reflexión que pretendo hoy.

Como decía, antes de Rabasa ocurrieron muchas cosas pero con el sí a Rabasa, la gente lo vio claro, no se pudo ocultar el mal sabor y el mal olor. La ciudadanía se organizó en una plataforma y eso forzó la necesidad de reaccionar. Se rasgaron las vestiduras muchos de los que habían dado el visto bueno y a esperar un mejor momento en el que volver a lo mismo.

Desde entonces se hablaba aún más de cómo funcionaba la toma de decisiones y qué las determinaba€, dentro del Partido Socialista y en la calle€ rumores, rumores... Pero es en el verano de 2011, hace ya más de tres años, cuando saltan a los medios de comunicación las escuchas del Brugal y el compadreo, la colaboración, está grabada; las responsabilidades políticas eran evidentes. ¡Tres años! ¿Y? ¿Cuál es ahora la sorpresa? El proceso al Plan Rabasa impulsado por IU lo ha vuelto a remover, sin embargo aún no he leído nada sustancialmente distinto de los indicios que hace tres años conocieron los personados en la causa del Brugal. Tres años en cuidados intensivos esperando que despeje y/o preparando la estrategia.

En este tiempo han vuelto a ser protagonistas políticos algunos de los que aparecen en las grabaciones. Muchos militantes socialistas avergonzados se han dado de baja del partido ante la inacción de sus dirigentes. Otros, hemos pedido a todos los responsables del partido de palabra -entrevistas personales, intervenciones en asambleas, enmiendas, alegaciones...- y por escrito, con acuse de recibo, medidas de tolerancia cero, de limpieza y regeneración. El resultado: la reacción ha sido perseguir al mensajero, acusarle de provocar división interna y que algunos de los que lucharon hayan sido expedientados y ya no pueden participar en la vida interna del partido. Llega tarde el movimiento de desmarque y los golpes en el pecho ahora de los responsables.

Dicen que hacer primarias para elegir candidato a la Alcaldía es la solución. Mi opinión es que unas primarias para elegir candidatura a la Alcaldía ejecutadas cerradas con el censo actual de la Agrupación Socialista de Alicante que responde al trabajo de zapa y distorsión en defensa de intereses muy concretos, y sin realizar una profunda reflexión y trasformación, no nos ayudará en lo importante. Lo importante es que los que tienen que votar en 2015 estén convencidos de que el PSOE se presenta a las próximas elecciones para defender los intereses de los ciudadanos de Alicante y no los suyos propios.

No sé si tiene solución, pero si existe -como decían en la película de Almodóvar- «alguna posibilidad de arreglar lo nuestro» con la ciudadanía, desde luego la intervención tiene que ser contundente y de gran calado.

El necesario trabajo de regeneración pasa por recuperar la memoria de lo ocurrido estos años, analizar qué ha supuesto para Alicante esta manera de funcionar y qué ha supuesto para el Partido Socialista -sin la simplificación de que la división del PSOE responde únicamente a guerras internas- esta forma de hacer o no hacer política. Y después, imprescindiblemente, habrá que generar un nuevo proyecto que nos dé futuro sobre las bases sólidas de la socialdemocracia, sin podredumbres. Y como guinda, conseguir convencer a la ciudadanía que nos merecemos su confianza. ¡¡No es nada!!

Ahora que la «marca Alicante» está siendo vapuleada, es el momento de que no sólo las organizaciones políticas tengan que hacer esa reflexión para pasar a la acción; también como alicantinos/as tendremos que pararnos a pensar sobre lo que ha ocurrido y sobre lo que vamos a hacer.

Desde mi punto de vista las consecuencias para Alicante y su futuro de la manera de gobernar y hacer política que durante años se ha practicado en nuestra ciudad son demoledoras. Es gracias a los procedimientos judiciales en marcha que lo estamos viendo con toda claridad pero la auténtica crudeza es hacer un chequeo al estado de nuestra ciudad.

Alicante se ha orientado hacia la construcción/urbanismo y servicios de bajo valor añadido. El Ayuntamiento junto a la CAM eran las mayores empresas de la ciudad y con su manera de comportarse, generando monopolios, han arruinado el tejido productivo, han impedido, por la falta de competencia, que se pudieran desarrollar empresas alicantinas, y han generado una gran fragmentación social y huida de talento. La democracia exige respeto a las formas y los procedimientos que a su vez asegura que se respeten los derechos ciudadanos y la libre competencia y ninguna de estas cosas se ha hecho. El factor desincentivador de que cualquier servicio municipal o modificación urbanística al final tendría que pasar por el padrino de la ciudad, tal y como este reconoce en el sumario del caso Brugal, ha supuesto el enanismo y la huida de muchas empresas y unos costes internalizados al Ayuntamiento que en los próximos años nos iremos percatando aún más de cómo caen sobre la espalda de los ciudadanos. El gran daño se ha hecho a la competitividad de Alicante como ciudad abierta a iniciativas empresariales y a su papel como líder provincial de la actividad económica.

Lo descrito formará parte de la gran novela negra de Alicante. Pero ¿y si queremos vivir aquí, en una ciudad próspera, cohesionada, solidaria, con calidad de vida, a la que puedan volver los hijos que se nos han ido y seamos foco de atracción empresarial? ¿Qué podemos hacer?

Cada uno lo suyo. Los partidos que aspiran a recoger nuestra confianza en las urnas, ellos sabrán lo que hacen. Pero como ciudadana alicantina me pregunto, ¿qué podemos hacer nosotros? Estoy convencida de que es necesario que todos y cada uno, de manera individual y colectiva, estamos obligados a hacer una profunda reflexión de lo que ha pasado, a reconocer que hemos llegado al fin de una época, y a construir más sociedad civil, unida y organizada en la propuesta, en el control y en la queja. Digamos adiós al Alicante menfotista.

Hoy como ayer. La fuerza de la calle va a tener que ser el motor del futuro. Como una vecina más, trabajaré para ello.